miércoles, 16 de abril de 2008

LOS INTOCABLES Y EL SILENCIO DE LAS HORMIGAS.

Nadie predica mejor que la hormiga, y no habla (Benjamín Franklin). Nuestras hormigas se dedican con sudor y lagrimas a un vaivén continuo, sin cesar, de un paraje a otro cargadas de provisiones, cruzando fronteras, montañas, aldehuelas, suburbios e incluso ciudades. Una labor vigilada bajo el prisma de una mirada implícita y contenida del dios “silencio”. Una tarea automática que roza casi la perfección. Este silencio me ofende y me altera. Es sorprendente esta unánime y sospechosa callada, que hasta parece eclíptica y espontánea, de todas las clases legislativas y democráticas. Será porque cuando suena el tintineo de las calderillas las leyes guardan silencio. En este caso prefiero ser esclavo de mis palabras.

Los pescadores nacen pescadores, los agricultores nacen agricultores, los acróbatas nacen acróbatas, los videntes nacen videntes, las prostitutas nacen prostitutas, etc ... Oficios tan antiguos como la vida misma y oficios que se heredan de padres a hijos. Ellos se proclaman los distinguidos y los elegidos de la naturaleza, que han venido a este mundo con este formato inalterable. Y, para colmo, y por mantener los votos y evitar el derrumbe de multitud de familias, hemos creado: subvenciones, ayudas, planes de integración, programas de reubicación y hasta incluso sueldos vitalicios. Probablemente, por la regla de tres y por fusilarnos las ideas, eso sería el siguiente paso de igualdad social en Marruecos.
Ceuta y Marruecos carecen de aduana comercial mientras, misteriosamente, Melilla sí cuenta con ella desde 1907. Desde entonces la relación comercial entre Ceuta y el norte de Marruecos ha tomado, hasta el día de hoy, públicamente como nombre: “contrabando” para unos, y “comercio atípico” para otros. Los dos gobiernos hacen vista gorda; el negocio va sobre ruedas y mueve al año entre 1.000 y 1.500 millones de euros, una cantidad que supera en cinco veces todas las transferencias que realizan los inmigrantes marroquíes de toda Europa. Los dos contrincantes salen ganando y los elegidos desempeñan a la perfección su oficio de nacimiento; y por medio miles de familias y miles de bocas que hay que mantener. Este negocio es deshonesto e ilícito, sea cual la cantidad de millones de euros “negros” que mueve y la multitudinaria mano de obra directa o indirecta que genera. Es algo divino, son los intocables, es un oficio olímpico. Actualmente, la viabilidad de este actividad y la continuidad del contrabando constituyen el trascendental motor económico de Ceuta, una ciudad con una renta per cápita superior a la media española, y por otra parte un enorme pegote y alivio económico para miles de almas del norte de Marruecos, con el único objetivo llevar un trozo de pan a la boca y permanecer callado.
Los dos países implicados persisten en culparse mutuamente por la negación de la calificación comercial aduanera, y así justifican la inexistencia de un estatus de trafico legal de mercancías. Dan a entender que solo faltan los tramites burocráticos como en cualquier otra frontera. Dudo de la profesionalidad de estos consejeros económicos. Hablando en plata, Ceuta, actualmente y oscuramente, no forma parte de la corporación de la unión europea aduanera, y por consiguiente, entre su posible y futura integración a la aplicación de aranceles fronterizos comunes, y a raíz del comunicado marroquí del desmantelamiento en 2012 de sus aranceles (INRI) con la UE , será el principio y el fin de la salvaje y mezquina vida de los comerciantes ceutíes, de los pobres porteadores y porteadoras marroquíes. Será la muerte súbita de aquel proclamado eterno oficio. Será la ruina de muchas familias marroquíes.
Para otros la expresión es distinta, avisan que la evaporación de la formula mágica del comercio “atípico” será nefasto para la sociedad Ceutí y restará competitividad económica a los tenderetes de esa ciudad. Ellos salen sin decencia a la calle, con la cabeza muy alta, reafirmando su patriotismo a saludar los reyes de España; les importa un bledo los delitos fiscales y morales del contrabando.
Así como se podría contribuir a la desaparición de la gallina de oro, no estaría mal que ello ocurriera, al menos para que se enterasen de lo que vale un peine y dejaran de vender cantidades titánicas y desproporcionadas de: cunas , mantas, toallas, todo tipo de electrodomésticos, antenas parabólicas, canal +, todo tipo de apuestas del estado, joyas, perfumes, ropa de marca, chocolate, galletas, quesos, zumos, champús, jabones, zapatos, medicamentos sin recetas, licores, tabaco, drogas sintéticas, armas ligeras, yogures a punto de caducar, batidos que carecen de inspección sanitaria, etc.
Durante todo este tiempo el contrabando en el norte de Marruecos ha destruido el empleo y el tejido económico, ha saboteado la supervivencia de empresas de fabricación marroquí en las otras regiones, ha empujado a miles de criaturas a abandonar las clases y a sumergirse en el contrabando. Este comercio “ilegal”, tanto en Ceuta como en el norte de Marruecos, ha contribuido a la creación y el desarrollo de: redes mafiosas, bandas armadas, traficantes violentos tanto de droga como de licores y tabaco, contrabandistas mayoristas, controles asaltantes “corta-caminos”, tiroteos entre bandas y policías, blanqueo de capital, trafico de inmigrantes y, por supuesto, la proliferación en los dos bandos de la corrupción de los agentes aduaneros y administrativos. Es una situación incompatible con el nuevo proyecto marroquí. Este contrabando ha pasado de ser un mero «problema económico» a «un problema de seguridad».
Señores, los contrabandistas no nacen contrabandistas, se hacen. La naturaleza es muy sabia, los contrabandistas no son intocables. El futuro de Ceuta y el norte de Marruecos (Tánger y alrededores, Tetuán y la mayoría de los pueblos y aldeas del Rif) debe pasar por acabar y luchar contra esta lacra. Debe pasar por una política inteligente, comprensiva, creativa y comprometida con la educación y la integración tanto cultural como humana. Debe pasar por una política de desarrollo generosa, limpia, preventiva y de cooperación. Por el momento, esta pasividad silenciosa e hipócrita deja el destino del ascendente contrabando en manos del dios “silencio”. ¡Pobres hormigas!.

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