lunes, 12 de mayo de 2008

TÁNGER: CIUDAD CON ALMA.

DEDICADO A TODOS LOS PROTAGONISTAS DE LA ULTIMA ESCAPADA.
Al otro lado, Tánger, cercada por murallas en la que se abren numerosos arcos y puertas, y bañada por dos mares, dónde emprende en la lejanía: el soplo de inspiración y magia, la fluidez de las palabras, el olor a menta, las lágrimas de nostalgia, el bullicio del medio día y más tarde el susurro de madrugada, las vistas panorámicas, los sonidos donde rompen las olas, el paso de un taxi, los roces de la gente en el mercado, los movimientos de las hojas de los árboles coloniales, las miradas desde las carreteras elevadas, la sentada de las ancianas majestuosas en sus puestos del mercado, los ojos de los niños llenos de paz, los recuerdos imborrables, la luz del día, los balcones a los mares con su dominio de la curvatura del mundo, el incendiado horizonte entero, los paisajes substanciales, el encuentro con los objetos, el despojo de la trivialidad, los colores de las frutas, verduras y legumbres, la sonrisa inocente, las puertas decoradas y esculpidas, la primavera embriagadora, los toldos deslucidos, los azotes del levante, la noción lenta del paso del tiempo, las cuestas empinadas, las retinas deslumbradas, las playas escandalosas, los sentimientos extravagantes, las maletas llenas de oportunidades, el gato y la gata entre los escombros, el instante detenido en la luz y el tiempo, el olor tan familiar a marengo, las colinas brillantes de los montes, la mezcla de los gritos de hombres y mujeres, las bocinas estridentes de los vehículos, las risas en los cafetines, la impresión de la hospitalidad, los cabellos musicalizados por el viento, el azul del mar, la hora de los pájaros, el cielo protector, los rostros reposados, las sombras negras y veloces, los deseos de vuelo, el silencio de la brisa, la descontrolada puesta roja del sol, los paseos con los amigos por el Boulevard Pasteur, la cazadora vaquera, los besos en las mejillas, la suavidad de la oscuridad, las conversaciones clandestinas, el olor a jazmín, los perfumes falsificados, los mercados negros, los patios, las tapias, las callejuelas, la Medina, las anécdotas, la mitología, … En fin, una ciudad sin leyenda es como un cuerpo sin alma.

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