lunes, 23 de febrero de 2009

Sidi Mesmoudi un santo venido de fuera.

Centenares de personajes, a lo largo de la historia de la humanidad, se han ido agregando a la lista de santos a través de un proceso de santificación difícil de asimilar para un profano. Pero cuando uno busca las historias más originales de estos santos tan dispares, los resultados quedan lejos de las leyendas construidas y se acercan a la pura globalización del comportamiento y de la sensibilidad de los seres humanos.
FOTO DESDE EL MIRADOR SIDI MESMOUDI.

¡Cuántas historias de culto contadas, santificaciones de extranjeros, y hombres y mujeres convertidos en santos y santas! Generalmente se trata de personajes modestos, sin fortuna, con vidas cruzadas y basadas en las manos, y suerte, de Dios. Bondades gratificadas desde el cielo, siempre con aspecto de hombres pobres que aceptan ofrendas, de hombres siempre amados que no conocen el odio y respetados por su coraje, por su honestidad y por sus valores que desprenden confianza, de hombres atrevidos para cualquier aventura, de roles folkloristas y bailes hasta el trance. Hombres guardianes de la paz, hombres de intriga con título de maestros curiosos que constantemente proporcionan tentativas de ensayos, hombres de misterio, hombres a seguir en sacrificio, muerte y modelos de santuarios. En definitiva hombres santos y patrones de viejas ciudades, de bellas historias adaptadas y adornadas con la genuina imaginación populista. Espíritus manipulados que provocan visitas rutinarias, y llenas de fe, a mausoleos, tumbas, iglesias y basílicas. Atrás quedan versiones diferentes, dudosas y extravagantes sobre santos venidos de fuera para hacer el bien y ganarse el Paraíso.

Entre la historia y la leyenda puede haber todo un mundo, infinidad de santificados, sin ignorar la mitología ni pasar por lo alto las historias contadas, de una generación a otra, de abuelos a hijos, de hijos a nietos,… Estos santos forman parte de nuestro pensamiento, de nuestra educación y de nuestra tradición ritual. Cualquier situación o evento inexplicable de forma racional, ya sea una maldición, un mal de ojo, mujeres estériles, divorciadas, repudiadas, odiadas e incluso alocadas, lo endosamos, automáticamente, a nuestros santos salvadores. Muchas personas, tras reiteradas visitas, oraciones y ofrendas ante las tumbas santas, siguieron sin poder contactar con los espíritus de los santuarios. Derrumbadas, y con la esperanza a ras del suelo, recurren entonces a la brujería, a la videncia, o a ser golpeadas en el amanecer con las curativas siete olas del atlántico, y todo con el único fin y propósito de quedarse embarazadas. Afortunadamente, este acto ritual no figura en ningún mandamiento coránico.

Sidi Mesmoudi fue uno de esos santones. Su nombre originario era Mister Moody. De nacionalidad inglesa vivió muchos años en Tánger, hasta su muerte a principios del siglo veinte. Sidi Mesmoudi nunca debió ser un santo debido a su estatus de extranjero, a su cristiana profesión religiosa y a su tendencia al sufismo. Durante un viaje aterrizó en Tánger y fue, por golpe de suerte y casualidad, la atracción de multitud de personas por su dedicación y su vida entera entregada a los demás, distinguiéndose por su abnegada ayuda a los pobres. La historia ha querido que, simplemente, una persona cualquiera por el único hecho de pasar ocasionalmente por un lugar y por el sencillo acto, accidental, de darle un bocado a un indigente, sea convertido y percibido como si fuese un santo, un intermediario de Dios, un curandero o incluso un medico, confirmando así que sus actos eran cosa milagrosa.

De todas maneras sigue siendo un enigma, y algo completamente difícil de definir, el proceso de esta santificación. Sólo cabe una explicación aceptable, que destaca sobre los demás, y es la teoría, “vox populi”, de que aquellos eventos legendarios estaban siempre ligados a historias contadas boca a boca, y eran fruto del poder político y religioso. El caso de nuestro santo forastero, Sidi Mesmoudi, era peculiar y titánico a la vez, tanto por su dificultad lingüística, como costumbrista y religiosa. Su forma de actuar se basaba en impresionar e intimidar. Era una especie de prestigiador, de charlatán y de incansable orador. Cuentan que tenía un forma de hablar, y un “palique” tan fino que lograba hacerte dormir. Su presencia era notoria y entretenida, pero, lamentablemente, su personalidad se fue perdiendo, poco a poco, con el tiempo, tras su muerte. El chollo de las limosnas se había extinguido. Su tumba y su santuario se fueron convirtiendo en ruina, hasta incluso, creo, que pueden desaparecer. Las personas que le adoraban desviaron pronto su punto de mira hacia otros santos y hacia otros objetivos espirituales. Y así fue, como poco tiempo después de dejarnos, todo cayó en el olvido, y como un castigo de Dios, la historia de este santo, Sidi Mesmoudi, quedó únicamente escondida detrás de su propia leyenda.

1 comentario:

  1. espero que mi apellido Masmudi no venga de este personaje jeje.
    por lo demas no conozco esta historia.
    Que bien que todos los dias se aprenda algo nuevo :)

    Saludos desde malaga.

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