martes, 15 de mayo de 2018

Fútbol, agua, leche y gasolina.

Mural en la Medina de Tánger. Foto Abdellatif Booziane. Agosto 2015.

Me pregunto por qué hay tanta gente gritando en la calle. Puro entretenimiento y divertimiento. Sobre todo, cuándo no hay chuches. Pero se lo merecen. Hoy, 12 de mayo, es un día grande, Tánger ha ganado la liga de fútbol por primera vez en la historia del club. El grito de la voz del hombre es capaz de atravesar las barreras. Pero callado, va siempre por detrás. Pero el mejor grito lo estrenamos cuando nacemos. Después  viene él que, quien no llora no mama. Bueno, pues a partir de ahí, todo es evolucionar. El grito de los seres vivos necesita alimentación e equilibrio. Necesita aprendizaje para ir en contra o a favor. Y así como puede que cambien las cosas. Estamos viviendo tiempos difíciles para alzar el grito. El grito de un pueblo siempre fue poderoso. Somos lo que hacemos con nuestro grito. 

La Unión Deportiva de Tánger, “Itihad Riadi de Tánger” (en dialecto marroquí) se ha proclamado campeón de Liga de Marruecos, un torneo llamado “Botola” (en dialecto marroquí). Arropado por una de las mejores aficiones del país, más de 45.000 almas abarrotaron el estadio Ibn Batuta de Tánger. Tenía que ser en el último partido y ganando a su eterno rival, el Moghreb Athletic de Tetuán. Un derbi norteño. El pitido final desato la locura en el feudo tangerino, con invasión del césped incluida. Luego más tarde, la fiesta se traslado a la ciudad, colapsando las calles del centro. Un tremendo caos de criaturas y vehículos. Lo nunca visto. Justo al día siguiente de la celebración liguera y sin pausa ninguna, las miradas de los aficionados marroquíes se dirigen hacia Rusia 2018, donde después de 20 años de ausencia, la selección nacional volverá a participar en un Mundial, en un grupo muy complicado junto a España, Portugal e Irán.

El pasado 20 de abril, se difundió en Marruecos por redes sociales una campaña contra tres empresas gigantes del país. Ya nadie quiere beber el agua mineral de la marca Sidi Ali, por el boicot. La gente está cabreada y pide otra marca. Lo mismo pasa con la leche de Danone y la gasolina de Afriquia. El objetivo de esta cruzada es hacer girar el mercado para una posible bajada de precios. Ya que los únicos perjudicados son los consumidores. Los políticos y empresarios poderosos advierten que las redes sociales no pueden detener la actividad de los trabajadores y agricultores de los tres sectores y que Internet no debe ser un juego de niños. Este boicot es otro grito, un grito que arremete contra el abuso continuado en el coste de los bienes básicos. Otra victoria más, el boicot  ha ganado también a un rival fornido y nada sensible. Un grito silencioso puso el dedo en la llaga, descontento por la carestía de vida. Un grito de corazón, que no teme a perder nada, ni siquiera la dignidad. 

No obstante hay otra parte de la población que está en otro debate, discuten sobre las posibilidades de Marruecos para celebrar el Mundial de Fútbol de 2026. Alegan que sería la mejor forma y la ocasión de limpiar la imagen del país. La candidatura marroquí está salpicada con la ya habitual contrariedad de la opinión nefasta externa y la mala fama de Marruecos en subestimar la aplicación de los derechos humanos. Pero el sueño e ilusión con los que viven esos marroquíes la posibilidad de ser el centro del mundo por primera vez en la historia, nadie se los va a quitar. Marruecos está volcado con el fútbol y apuesta por el fútbol para mejorar su imagen internacional. El país aspira a celebrar el Mundial de 2026 y que ese evento le servirá como escaparate de sus atractivos turísticos y como captación de nuevos inversores. 

En que todo el país entero este colgado con el fútbol, nos demuestra, una vez más, que el fútbol es la verdadera obsesión del pueblo. Un pueblo embriagado. Es cierto que el gobierno hace del fútbol una herramienta ideológica precaria y barata. Una política que resulta evidente, que solo sirve para promocionar, a toda costa, el fútbol para distraer a una sociedad sumergida en graves dificultades de supervivencia. Los gestores del sistema alimentan desesperadamente la ignorancia y la mitigación de los ánimos. Hasta hay algunos dirigentes, con discursos puramente demagógicos, que aprovechan para hacer creer la existencia de un paralelismo entre el sacrificio en el fútbol y el del Gobierno. Por eso es importante el grito tanto en el fútbol como en el agua, la leche y en la gasolina. El fútbol al fin y al cabo es un espectáculo, nos puede producir satisfacciones pero también frustraciones. Pero las necesidades básicas ni son juegos de niños ni chuches.

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