domingo, 24 de mayo de 2009

“MALA HENNA”

El mundo de la Henna también ha sido tocado por los efectos de la globalización. Se ha puesto de moda a lo largo y ancho del mundo, en festivales, ferias, mercadillos ambulantes, playas y otros eventos al aire libre... La Henna es la pura expresión tradicional de la madurez y de la belleza. Forma parte de la cultura popular marroquí como elemento generador del bien, y como talismán contra el “mal de ojo” o cualquier otro maleficio. De este modo, sus dibujos aparecen, tradicionalmente, en todos los acontecimientos familiares ya sean festivos o religiosos. Aparecen con la misión legendaria de espantar a los malvados diablillos del cuerpo y del alma. Estos dibujos, sobre las manos y los pies, son una representación simbólica y significativa de pureza y prosperidad. Por eso, la labor especializada de estos menesteres quedaba en manos de profesionales experimentados quienes completan, con autentica sabiduría, el ritual, creando un fingido tatuaje a base de arabescos, caligrafías, signos simbólicos e imágenes de un pasado remoto, todos surgidos de la inspiración y de la imaginación.
La Henna es una sustancia utilizada desde hace mucho tiempo, y su uso es toda una tradición de hondo arraigo. La Henna es una de las plantas más apreciadas en Marruecos, y en el mundo islámico en general, por sus propiedades medicinales. Es antiséptica, antibacteriana, antimicótica, antihemorrágica, etc., pero, además, posee cualidades cosméticas y mágicas. Se utiliza para teñir y sanear los cabellos así como para embellecer las manos y los pies. Quizás el único problema que conlleva surge cuando se utiliza con desconocimiento o en condiciones poco recomendables. La Henna es una esencia colorante natural obtenida de las hojas y flores de un arbusto, sin embargo la variante de coloración más oscura, y de mayor fijación, contiene agentes agresivos para la piel. Para acelerar el proceso de fijación del tatuaje, su duración y la obtención un color más llamativo, se ha comenzado a comercializar la llamada Henna negra. Esta sustancia incorpora colorantes provocando reacciones alérgicas como picores, enrojecimiento, manchas, ampollas e incluso decoloración permanente de la piel, así como cicatrices en la zona que ha estado en contacto con ella.

Durante los meses de verano se multiplican los puestos de tatuaje con Henna en las calles de Tánger. Mucho calor, el ambiente está alterado por una continua marea de transeúntes que asaltan el asfalto con la simple y llana intención de pasear. Los propietarios de estos puestos se preparan para la fuerte demanda de clientes, la mayoría turistas. Un oficio practicado sin ningún control, sin las mínimas condiciones sanitarias e higiénicas y, lo que es incomprensible, sin regulación alguna por parte de las autoridades competentes. Una actividad libre que conlleva muchos riesgos, pudiendo provocar heridas, pigmentaciones y marcas dermatológicas permanentes en la piel.

Hay que reconocerlo es difícil, y requiere un enorme esfuerzo y dedicación, distinguir el mal del bien, comprender la mutación de la herencia de nuestra cultura, el repugnante paso de la alegría a la pena, o la distinción entre la belleza y la moda. Los dibujos de la Henna son hijos de la humildad y del paso del tiempo. Me pregunto si las críticas certeras deben ser crueles e irrespetuosas con los suyos. Me pregunto si apetece leerlas para aprobarlas o rechazarlas. El análisis del mal uso de este legendario ritual no necesita demasiados argumentos. Es evidente demostrarlo. No se trata de algo confidencial, seamos realistas. Lo sabemos casi todos, sólo nos falta despejarnos y disiparnos las dudas. El ritual está relacionado con nuestra religión, con nuestra sabiduría, con nuestras tradiciones, con la belleza, con los perfumes, con la higiene y, sobre todo, con la presencia y la limpieza. En fin, forma parte de nuestra propia madre naturaleza, de la liturgia, del culto y de las celebraciones de bodas, bautizos, circuncisiones,...

Esta actividad callejera sin control, va acabar destrozando la esencia de este milenario ritual y va a convertirlo en un gesto de caridad y mendicidad en los mercadillos. Hay puestos en exceso en un estado puro de desmadre. En el paseo marítimo de Tánger podemos encontrarnos con uno cada diez metros. Amarga y miserable tiene que ser la vida de estos dibujantes anónimos venidos de todas partes del territorio estatal para ganarse un trozo de pan utilizando la “ Mala Henna”. Una pena!

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