Según la historia, lo afrodisíaco es tan viejo como el hombre. Cuentan que conllevó a más de uno a enamorarse, a otros los convirtió en maniáticos, o maniáticas, del sexo, a otros a exagerar sus pasiones logrando como el resultado fatídico el ser repudiados y despreciados, y a algunos a comportarse escandalosamente y fogosamente reincidentes en sus instintos carnales hasta perder su intimidades, sin importar con quien.
Ibn Batuta con el sultán Muhammad ibn Tughluq.
Con el paso del tiempo el hombre, por ser tan genuino, tan fresco y tan perceptible, iba día tras día popularizando, a lo largo de la historia, variedades interminables de afrodisíacos con el propósito de paliar y estimular su frigidez y su impotencia. Iba buscando desesperadamente métodos exóticos, los más extravagantes, para aliviar su vergonzosa indolencia. Ya que no se trataba del deseo sino de la disponibilidad y de despertar el apetito sexual, consiguiendo así pasar contundentemente al ataque y alcanzando un trato carnal divino. En definitiva algo parecido a la búsqueda de un “calientapollas”.
Ibn Batuta, el famoso viajero, aventurero y sociólogo tangerino, al regreso de su largo viaje, presumió de ser también medico. Relató un recital de prácticas medicinales afrodisíacas en forma de alimentos, animales y sustancias, algunas de dudosa eficacia, entre las que caben destacar: triturar ciertas moscas verdes, masticar incienso, o comer mil y una comida exóticas como: nuez de coco, pez con cara de búho, cresta de gallo, escarabajo ampolla, raíz de mandrágora, reptiles, pistachos, orquídeas, testículos de zorro,... Así, narraba, se podría conseguir la erección de un caballo y, también, la eyaculación instantánea. De igual modo a las mujeres vírgenes se les desgarraría el himen en el acto. Remató la faena llegando a confirmar que se puede, en una relación carnal, llegar hasta un centenar de veces seguidas al orgasmo. ¡Lo que hay que oír!
Unas recomendaciones sanitarias que eran en su mayoría bastante estrafalarias y otras de costosa localización. Evidentemente todo con el fin de atender los deseos carnales de los dueños de los harenes de mujeres, o de las concubinas.
¡Ver para creer! Hasta el día de hoy los fenómenos afrodisíacos de Ibn Batuta se asocian con dos tendencias comunes: por una parte están los que niegan su existencia, y por otra los que los practican, recomiendan, trafican y negocian. No hay término medio. Hay un verdadero y turbio negocio supersticioso, y a su alrededor se mueven grandes cantidades de dinero. Los relatos de Ibn Batuta parecen infinitamente recientes, como si hubieran sido escritos ayer y no hace ya seis siglos. Su práctica sigue viva.
Ibn Batuta, el famoso viajero, aventurero y sociólogo tangerino, al regreso de su largo viaje, presumió de ser también medico. Relató un recital de prácticas medicinales afrodisíacas en forma de alimentos, animales y sustancias, algunas de dudosa eficacia, entre las que caben destacar: triturar ciertas moscas verdes, masticar incienso, o comer mil y una comida exóticas como: nuez de coco, pez con cara de búho, cresta de gallo, escarabajo ampolla, raíz de mandrágora, reptiles, pistachos, orquídeas, testículos de zorro,... Así, narraba, se podría conseguir la erección de un caballo y, también, la eyaculación instantánea. De igual modo a las mujeres vírgenes se les desgarraría el himen en el acto. Remató la faena llegando a confirmar que se puede, en una relación carnal, llegar hasta un centenar de veces seguidas al orgasmo. ¡Lo que hay que oír!
Unas recomendaciones sanitarias que eran en su mayoría bastante estrafalarias y otras de costosa localización. Evidentemente todo con el fin de atender los deseos carnales de los dueños de los harenes de mujeres, o de las concubinas.
¡Ver para creer! Hasta el día de hoy los fenómenos afrodisíacos de Ibn Batuta se asocian con dos tendencias comunes: por una parte están los que niegan su existencia, y por otra los que los practican, recomiendan, trafican y negocian. No hay término medio. Hay un verdadero y turbio negocio supersticioso, y a su alrededor se mueven grandes cantidades de dinero. Los relatos de Ibn Batuta parecen infinitamente recientes, como si hubieran sido escritos ayer y no hace ya seis siglos. Su práctica sigue viva.
En fin, no hay que darle más vueltas al asunto, la cabeza está para pensar sobre ello, y lo demás coge cuerpo por reflejos instintivos. Aquí me quedo, deseo a los dos bandos, buenas noches y buena suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Le agradecemos de antemano su aportación.