Ojos negros, con “Khol”. He sido testigo de que como unos ojos ahumados ganan protagonismo, intriga y pasión gracias a sus diferentes juegos de sombras. Sea como sea, ese color negro, es sinónimo de misterio en el arte del maquillaje sensual. Probablemente, todo el mundo ha oído hablar del “Khol”. Es una sustancia, en forma de polvo, procedente de un mineral, el Galeno, muy utilizado en épocas antiguas, especialmente por los fenicios y por los egipcios. Se trata de dejarse seducir por la fijación, en el contorno de los ojos, de esta mezcla de hollín con otros ingredientes como sulfuro de antimonio, sulfato de cobre y de la especia clavo. Y todo eso con el único objetivo de embellecer los ojos.
Su uso interesó a mujeres y hombres a lo largo de toda la historia, preocupados, en gran medida, por pura cuestión de la estética. La tradición se mantiene fiel, y está claro que el valor se conserva por la importancia visual de la esencia del producto. Todo el mundo espera. Mientras tanto, las mujeres se preparan concienzudamente. El “Khol” es algo que no pasa de moda, es una prueba de belleza, es el símbolo de la pubertad, es el arranque de una innovación y es una expresión popular. Ojos de pasión, ojos que se asoman justo por encima del velo, ojos provocativos,… Su uso se extiende a celebraciones, bautizos, bodas,… Ojos faraónicos, ojos de niños y niñas, de reinas y princesas. Ojos de luz del desierto, pestañas que brillan en la oscuridad provocando misterio y dominando las miradas. Ojos protegidos, ojos hermosos, limpios y cuidados, ojos que te hipnotizan y te hechizan. Muchas veces he estado ahí, delante, y siempre un silencio repentino se ha apoderado de mí. Otras veces, mientras una orquesta tocaba alegremente, unos ojos negros desfilan con un lamento desconsolado y quebrado, fingiendo seguridad. Se trataba de acontecimientos sombríos entre los presentes.
Todo esto me ha ocurrido en Tánger, en mi ciudad natal, de la que se rumorea tiene mala reputación, aunque no estoy totalmente seguro de ello. A pesar de todo, es mi deseo pasar el fin de mi vida entre sus calles; por supuesto es asunto mío pero, no puedo evitarlo, estoy profundamente enamorado de ella. Estoy constantemente imaginando, los mismos ojos negros, las mismas flores, las mismas montañas, los mismos mares y las mismas puertas de sus casas, mezquitas y palacetes. Los ojos negros y la ciudad de Tánger siempre se están provocando mutuamente e inspirando palabras, pinturas y colores. Yo, precisamente, voy a ver si puedo, y espero lograrlo, hacer todo lo posible para poder ganarme el contemplar mi amor verdadero. No pienso rondar por las calles melancólico, ni escuchar los cuentacuentos, tampoco quiero desperdiciar el intenso color de los ojos negros y, por supuesto, no me pienso permitir que mis lágrimas la deterioren.
Ojos negros, elegantes, ingeniosos e inteligentes saldrán a mi encuentro, será un ritual lleno de bromas y risas. Ojos negros anónimos, ojos con “Khol”. Cualquiera que pernocte en Tánger más de una noche, seguro que oirá hablar de ellos. Ojos negros maliciosos que invitan a algunos a realizar obscenidades, a otros a dudar de la calle pues a nuestros ojos comenten un grave pecado y a otros a convertirse en esclavos. Ojos negros franqueados que responden a mi llamada. Tánger sigue de pie, permanece asomada y parece improvisada. Me llena de emoción y no quiero verme separado de la mirada de sus ojos negros. No tengo miedo, son épocas de fiestas, se entonan los cánticos y suenan los tambores. Multitud de gente bailando a ritmos extenuantes e iluminados por hogueras. De pronto, tengo la sensación de que el tiempo se ha parado y no puedo mantener los ojos abiertos más tiempo. ¡Estoy soñando!
Ojos enormes, estética oriental, “khol” en los párpados,… Una mujer fastuosa de familia de clase media baja, pero seductora está esperando su gran oportunidad. Dicen que nació en el desierto del Sáhara, que presumía de sus origines exóticos y que la llamaban “la Diva”. Algo místico y oculto, todo pura mentira. Erotismo es lo único que resaltaba de su profunda mirada. Una mirada hechizante que parece sacada de la edad antigua de Egipto. Quizás el ritual del maquillaje de los ojos pueda tener connotaciones sagradas, ¿Quién sabe? ¿A quién no le gustaría tener estos ojazos? Ojos secretos, bellezas antiguas.
Tánger, para mí, es mi casa y no pienso cambiar las cosas de su sitio. Quiero salvar los ojos negros. No exagero. De verdad es mi único apoyo emocional, y de loco no tengo nada. Quiero sentirme con fuerzas para seguir viviendo y sin derrumbarme ante unos enigmáticos ojos negros. ¿Por qué no? Cara a cara, con miradas inocentes, casi infantiles y llenas de brillo, tenemos que salir adelante con sentido común y ganas de vivir.
Todo esto me ha ocurrido en Tánger, en mi ciudad natal, de la que se rumorea tiene mala reputación, aunque no estoy totalmente seguro de ello. A pesar de todo, es mi deseo pasar el fin de mi vida entre sus calles; por supuesto es asunto mío pero, no puedo evitarlo, estoy profundamente enamorado de ella. Estoy constantemente imaginando, los mismos ojos negros, las mismas flores, las mismas montañas, los mismos mares y las mismas puertas de sus casas, mezquitas y palacetes. Los ojos negros y la ciudad de Tánger siempre se están provocando mutuamente e inspirando palabras, pinturas y colores. Yo, precisamente, voy a ver si puedo, y espero lograrlo, hacer todo lo posible para poder ganarme el contemplar mi amor verdadero. No pienso rondar por las calles melancólico, ni escuchar los cuentacuentos, tampoco quiero desperdiciar el intenso color de los ojos negros y, por supuesto, no me pienso permitir que mis lágrimas la deterioren.
Ojos negros, elegantes, ingeniosos e inteligentes saldrán a mi encuentro, será un ritual lleno de bromas y risas. Ojos negros anónimos, ojos con “Khol”. Cualquiera que pernocte en Tánger más de una noche, seguro que oirá hablar de ellos. Ojos negros maliciosos que invitan a algunos a realizar obscenidades, a otros a dudar de la calle pues a nuestros ojos comenten un grave pecado y a otros a convertirse en esclavos. Ojos negros franqueados que responden a mi llamada. Tánger sigue de pie, permanece asomada y parece improvisada. Me llena de emoción y no quiero verme separado de la mirada de sus ojos negros. No tengo miedo, son épocas de fiestas, se entonan los cánticos y suenan los tambores. Multitud de gente bailando a ritmos extenuantes e iluminados por hogueras. De pronto, tengo la sensación de que el tiempo se ha parado y no puedo mantener los ojos abiertos más tiempo. ¡Estoy soñando!
Ojos enormes, estética oriental, “khol” en los párpados,… Una mujer fastuosa de familia de clase media baja, pero seductora está esperando su gran oportunidad. Dicen que nació en el desierto del Sáhara, que presumía de sus origines exóticos y que la llamaban “la Diva”. Algo místico y oculto, todo pura mentira. Erotismo es lo único que resaltaba de su profunda mirada. Una mirada hechizante que parece sacada de la edad antigua de Egipto. Quizás el ritual del maquillaje de los ojos pueda tener connotaciones sagradas, ¿Quién sabe? ¿A quién no le gustaría tener estos ojazos? Ojos secretos, bellezas antiguas.
Tánger, para mí, es mi casa y no pienso cambiar las cosas de su sitio. Quiero salvar los ojos negros. No exagero. De verdad es mi único apoyo emocional, y de loco no tengo nada. Quiero sentirme con fuerzas para seguir viviendo y sin derrumbarme ante unos enigmáticos ojos negros. ¿Por qué no? Cara a cara, con miradas inocentes, casi infantiles y llenas de brillo, tenemos que salir adelante con sentido común y ganas de vivir.
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