domingo, 7 de diciembre de 2014

Farmacia de guardia

La herboseteria de Ahmed Barouti situada a mediados de calle Italia.
Su padre Najib la inauguro en 1964. Foto Abdellatif Bouziane 2014.
La herboseteria de Ahmed Barouti es una de las pioneras en Tánger.
Foto Abdellatif Bouziane 2014.
Se calcula que hay alrededor de un millar de plantas aromáticas y medicinales que se utilizan en Marruecos. El tratamiento de curarse con hierbas naturales ha sido desde siempre esclavo de los costumbres, de la hechicería, de la superstición y sobre todo de la pobreza. Es un método que ha perdurado en el tiempo y al cual recurrieron nuestros antepasados para todo tipo de dolores tanto físicos como emocionales. 
El negocio actualmente mueve varios millones de Dírhams. Las recetas son tradicionales y se basan en sustancias naturales que incluso se llegan a utilizar en la gastronomía popular. Fórmulas para adelgazar, procedimientos para dolores de regla, dolores de estómago, incluso para el mal de amores o para calmar el llanto de los bebés y hasta para la esterilidad o para la infidelidad. El número de herboristerías, en los últimos años ha crecido notablemente en los zocos y en las medinas. Los herboristas presumen de heredar la sabiduría popular y el poder mágico de curar todo tipo de dolencia. Te explican y te enumeran las virtudes y propiedades milagrosas de las plantas, como si fueran expertos, también te pueden prescribir recetas o recomendarte un tratamiento prologando. 
Las prodigiosas mejoras cosméticas como las asombrosas curaciones son sus lemas. Los curanderos son sus aliados. Los herboristas y los curanderos pueden fallar, sus poderes y creencias mágicas a veces se convierten en actos de hechizos y brujería. Esta cultura de sanar termina mezclándose con el dogma espiritual, con la religión y con la utilización de productos variopintos como pieles y dientes de animales, aletas de tiburón, animales disecados y otras rarezas. En la mayoría de los casos terminan siendo escabrosos y a veces en el hospital. 
Los responsables políticos deben estar preocupados y alarmados, deben reaccionar ante este aumento de prácticas y poner firme el rigor científico. Deben informar a la población de la existencia de posibles riesgos y peligros en la mala utilización de las plantas medicinales y de otros artilugios por personas inapropiadas y fraudulentas.

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