domingo, 11 de mayo de 2008

LA DANZA DEL VIENTRE Y EL SÉPTIMO CIELO.

Las ghawazee de El Cairo-David Roberts.
Durante el fin de semana del 18 al 20 de abril de 2008 estuve con varios amigos en Tánger, y justamente en la noche del 19, cenamos en el famoso Hotel El Minzah, con la especial actuación de una orquesta de música andalusí, a la que acompañaba una bailarina del vientre. Es justo reconocer que en verdad que tanto el lugar como la decoración estaban a gran altura. La bailarina cumplió con creces su representación, pero tanto la actuación musical como la de los propios músicos dejaban mucho que desear. Eso se llama un engaño turístico. Ha sido una ofensa y un insulto. No cabe este evento ni como regalo del hotel para amenizar la cena. En marroquí seguro no cantaban, eran canciones de alguna parte del oriente medio, amén de que la indumentarias de los miembros de la orquesta no era la apropiada, pero no es este hecho el que me ha llevado a escribir estas líneas; es la bailarina y su danza del vientre. Actualmente, este baile se puede ver en cualquier lugar del mundo, hasta incluso en algunos penosos circos, y en más de un programa basura de televisión.
En las ultimas cinco décadas la danza del vientre ha sido vulgarmente relacionada con el turismo, con el folclore e incluso han llegado a relacionarla con cuentos de las mil y una noches. Ha sido mal interpretada en varias películas americanas, con mal gusto y con una mezcla de un ridículo humor. Y peor, últimamente, con la miseria y la mala vida, con los bares de poca jonda, con los garitos más fúnebres, con el puterío y con las tinieblas de la oscuridad de las calles. Es una lastima que gran parte de occidente la conciba con fines comerciales y lejos de sus verdaderas manifestaciones de belleza, encanto y seducción. Bajo mi entender, hoy en día, sería imposible que se admitiese este enfoque en el mundo islámico y árabe.
El origen de la danza de oriente o danza del sol naciente quizás venga del sol iluminador de las formas y colores, quizás de la india o de las tierras oriundas de la tribu gitana, o quizás venga de la mitología celestial. La danza del vientre, de todas maneras, es la pura exaltación y manifestación de unos complejos movimientos expresando arte y belleza que, por si solos, alteran la conciencia, el espíritu y la sensualidad. Estos movimientos transmiten lo que no se expresa a través de la melodía, del ritmo y de la armonía. En esta danza mística hay unos vínculos divinos en los que la expresión de la existencia es un acontecimiento. Es causa-efecto, es una provocación, pero a la vez una seducción. Esta danza llega al límite del movimiento sin deformarse, sin quebrar el ritmo de la vida.
En la danza del vientre hay siempre un ofrecimiento de hospitalidad, de madurez y de placidez. Según la leyenda, allí arraiga la fuente de todo lo que es posible en la vida, en el amor, en la fecundación y, al mismo tiempo, en la muerte que estaría representada por el sosiego y la ignorancia del valor de la vida. En el mundo oriental, como en el árabe, el amor está siempre relacionado con las entrañas, con la posibilidad de reproducción. Es una manifestación de la continuidad de la vida. Es una invitación a un encuentro, a compartir los bienes y las bendiciones de la creación. Es una manera de implicar el otro, y es una atracción para justificar la existencia femenina.
En este baile el movimiento es primitivo y es símbolo de la fertilización. Representa la unión del cielo con la tierra, del agua y del fuego con el aire. Resucita la conciencia, así como despierta los sentidos a través de los olores, los perfumes, los sabores, la belleza de los decorados y la presencia de mujeres. Es un acontecimiento estético de la vida y de lo bello. La danza del vientre es un ritual, es la expresión de la llegada de la primavera, de la siembra y de las cosechas. Es la expresión de la celebración de un nacimiento, una circuncisión, un compromiso o un matrimonio. Es el sueño y la imaginación de hacer realidad otro sueño, es la reunión de los hombres.
La danza del vientre la bailaron mujeres imposibles de definir como la mítica diosa Afrodita, la Salomé de Herodes, la gitana Esmeralda de Cuasimodo, la Sceherezad de la mil y una noches, la rusa bayadera de la odalisca, la Cleopatra de Marco Antonio y Julio César, entre otras. La danza del vientre tiene que ser como la brisa fresca del viento, como la luz al fondo del túnel o como un oasis en el desierto. Por eso la llamaron la danza de los siete velos, que representan los siete cielos y desde el séptimo se podía apreciar lo existente. La danza del vientre es la vida en los harenes del sultán, provocando en muchas ocasiones estar preso del amor y de la obsesión. La danza del vientre es en ciertos momentos travestismo, es castigo moral de la infidelidad y del adulterio, es espionaje y, al mismo, tiempo es la libertad de la mujer en la belleza y en los movimientos, es el cabello movido por la brisa, es la sacudida de la cadera sensual. La danza del vientre es la Alhambra y el Generalife de Granada, es la compraventa en los mercados, es moneda de oro, es la verdadera mujer para los señores del mundo.
Dicen que en el amor y la guerra vale todo. Y la vida ahí toma tal dimensión de importancia como el agua en el desierto. Con el criterio de este desafió habrá mucho para aprender de las analogías que podamos establecer entre lo sucedido y nuestra propia vida. En el desierto la vida se mueve como los espejismos y como la danza del vientre, por eso el agua y la mujer están vivas porque se mueven y danzan, cada una en su sitio, guardando su belleza y su sensualidad, sin sometimiento. Es, sin duda, una experiencia inolvidable, el agua y la mujer te mantienen vivo en el séptimo cielo.

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