domingo, 1 de febrero de 2009

La “Ashura”, un día de libertad absoluta para los reyes de la casa.

Hace un par de días vi a mi hija pequeña Leila, de diez años, llorar de alegría, era una sensación de felicidad desbordada por lágrimas. De repente, y sin poderlo evitar, su estado emocional me contagió y me sentí, por un momento, tocado también, con los ojos llorosos, y nublados por las incipientes lágrimas que de ellos emanaban de pura felicidad. Pienso que los momentos emocionales, tanto de tristeza como de alegría se viven, se sienten en el fondo de nuestro organismo, de nuestro cuerpo, de nuestra mente y de nuestra alma. No debemos ignorarlos o fingir, forman parte de nuestra vida, mantienen vivos nuestros sentimientos y todo nuestro ser. Son el reflejo de lo que somos realmente. Intenté intervenir con naturalidad, sacando fuerzas de flaqueza y abrazándola, como si estuviera celebrando una victoria. Me he sentido solícito, y todo mi corazón pasaba por un merecido examen. Me sentí motivado sin pensarlo, y con ganas de jugar, de sonreír, de reír y de vivir. Escondí mis lágrimas y, bruscamente, sin saber ni cómo ni por qué, esta breve sensación transportó mi memoria a través de mi niñez y me acordé de la festividad de la “Ashura”, en la que todo era alegría. Hoy su celebración es una lástima, pues hace años que se perdió la parte lúdica y costumbrista de esta vieja fiesta.

La festividad de “Ashura” cae en el décimo día del mes santo de Muharram, el primer mes del calendario lunar. Ese día se celebra la popular fiesta de “Achura”, una jornada voluntaria para el ayuno. Se visita a los difuntos, se ayuda a los pobres y, lo más importante, se hace a los niños reyes de la casa por ese día. Una fecha para recordar, se exhiben los adornos, la ropa nueva, se realzan las manifestaciones conjuntas y entremezcladas de alegría y de tristeza, y se sienten las verdades del señor. Se trata de una religión, una cultura y una costumbre. Es un firme arraigo a unas tradiciones místicas y sociales. Es también una fiesta para reflexionar verdaderamente sobre nuestros sentimientos emocionales y religiosos.

Recuerdo vagamente que en una ocasión, siendo muy niño, en Tánger, durante la celebración de “Ashura”, mis padres, me compraron un balón de fútbol como entretenimiento en las calles de la antigua Medina. Para mí aquel día estuvo lleno de colores y de travesuras. Se escuchaban los típicos instrumentos musicales y los sonoros tambores que aún hoy en día persisten en mis oídos. Comidas abundantes para todos como símbolo de hospitalidad y prosperidad. Era la fiesta mágica de los niños. Las luces encendidas, los pequeños vestidos de adultos presumiendo de madurez. Recuerdo vendedores ambulantes, carros de madera llenos de juguetes, tambores, flautas, fusiles y pistolas, petardos y sabrosos frutos secos entre los que cabe destacar: higos, pasas, pistachos, almendras.... Todo era alegría.

Los orígenes de esta tradición, por supuesto, se encuentran en las profundidades del pasado, es un don de Dios y un regalo del cielo. Pero, aparte de las comidas y los petardos, esta fiesta ha sido siempre un símbolo de piedad, paz y felicidad. Ha sido un día de limosnas. La Filosofía de ‘“Ashura” no se basa solamente en rememorar y evocar recuerdos tristes o relatos fúnebres, sino que tiene dimensiones y aspectos que dejan huellas profundas en la vida de todos los musulmanes a lo largo de sus vidas. Se trata de sentimientos. La parafernalia que rodea a esta festividad no debe contaminar la esencia de este momentáneo disfraz y de este acto de libertinaje con caducidad. Es el único día de carnaval. Lo importante, sin embargo, es el juego, la capacidad y los efectos de alegría que pueden transformar nuestras virtudes imaginativas en creativas y diferentes.

La prueba de que se trata de una fiesta jubilosa es la perfecta adaptación del pueblo entero, sea cual sea su estatus social, a cualquier circunstancia, con infinita tolerancia, por supuesto. Fuera la violencia, fuera el auto castigo y fuera la sangre. La violencia nunca justifica otra violencia. Esto debe reafirmar que la intolerancia es el peor enemigo de una sociedad. Hay que aprender de la “Ashura” a escuchar y a argumentar. Debemos tener, a veces, los recursos infantiles llenos de ostentaciones y de felicidad. Debemos recuperar el brillo y la elegancia de nuestros ojos y transmitir a nuestros hijos la contención de todo buen creyente, sin despilfarro moral. Debemos dedicarnos a la práctica de la complacencia respetando al prójimo. Debemos saber adoptar una actitud emocional con dignidad ya que los protagonistas no son nuestros hijos, somos nosotros, son los niños que llevamos dentro, y no los muertos que llegaremos a memorizar, como pasa en otras partes.

Según la tradición cuando Mahoma, el profeta de la religión musulmana, llegó a la Medina invitado por los judíos encontró que éstos estaban ayunando. Les preguntó el motivo y estos le respondieron que estaban celebrando el día en que Moisés y su pueblo cruzaron el Mar Rojo abierto de par en par, huyendo de Egipto y del ejército del Faraón. Mahoma se sintió identificado y ordenó a sus seguidores a unirse con el pueblo judío en el ayuno. Según la religión musulmana aquel día fue clave, pues se convertiría en el día de la “Ashura”. Mas tarde, por obra celestial, se demostró que “Ashura” estaba relacionado con unos hechos y acontecimientos trascendentes en la historia espiritual, humana y emocional de toda la humanidad. Tal día como ese se creó el trono de Alá, los Ángeles, los siete cielos, las estrellas, la tierra, el paraíso y, también ese día, Adán vino al mundo, el arca de Noé toco tierra y Jesús fue elevado al cielo. Igualmente es el día de la primera lluvia y será el día del fin del mundo. Es para celebrarlo.

Por todo lo anteriormente expuesto, el Día de “Ashura” es considerado como el día más especial del año. El Día de “Ashura” es una fiesta sin ningún tipo de restricción. Es un día propicio para el perdón y de retorno a Dios. Todo pura alegría.

Dedicado a mis hijas Leila y Nora.

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