sábado, 30 de mayo de 2009

Más estilo que sustancia.

El Hotel Minzah entre el pasado y el presente.
Parece ser que aquel Hotel Minzah tuvo un nivel muy alto durante unos años, al menos ese fue el mensaje común que expresaron tantos testimonios. Y para mí no fue menos, porque siempre me mostré de acuerdo ante aquellas expectativas. Sin embargo, hoy, expreso mis preocupaciones por la falta de contrastes entre el pasado y el presente, añadiendo que, incluso a veces, echo de menos y recrimino el silencio de los contadores de los secretos de aquel emblemático edificio. A pesar de ello, echo más en falta el sentido común y la falta de propuestas, creatividad, intervenciones interesantes y nuevas sensaciones acordes con los tiempos que vivimos.


No es un pensamiento negativo, pues el éxito del Minzah y su popularidad no son pura casualidad, y merece una nueva oportunidad para volver a cautivar hasta a los más desconfiados. No se puede seguir jugando con las historias de los protagonistas de antaño, pues da la impresión, o al menos a mí me lo parece, que se está convirtiendo en una actitud publicitaria repugnante. Hay que renunciar a deambular por el pasado. El halago debilita. Actualmente, la falta de un aprobado es obviamente patente y sólo se intenta desmenuzar el presente, con argumentos de un glorioso pasado, para poder desmontar su actual falso glamour. Tras darle unas cuantas vueltas al asunto de lo que intento transmitir, he terminado sonriendo y aceptando que, una vez más, estoy convencido de que el Hotel Minzah sigue vivo, sigue ahí y sigue gustando. Cada uno debe aceptar su destino, sea bueno o malo.

Entre los numerosos establecimientos hoteleros de Tánger, el que por su alta categoría sobrepasaba, hasta hace pocos años de lejos, a todos los demás era, sin ningún género de dudas, el Hotel Minzah. Desde su inauguración por el aristócrata escocés Lord Bute, en abril de 1930, este hotel se ha distinguido de una manera muy particular por su estilo hispano-morisco, siguiendo la línea puramente tradicional del país. Situado en la intersección de dos mundos, la cuidad antigua y la moderna, El Hotel Minzah es un prestigioso testigo de la historia moderna de Tánger, vivida desde la entrada en vigor de su estatuto internacional en 1925.

En efecto, es durante esta época internacional de la ciudad cuando el hotel adquirió una fama considerable de establecimiento de Alto Estanding, único en su género. Su privilegiada situación así como el panorama que se percibe desde su interior son únicos e incomparables. Dominando la bahía, la playa y la ciudad antigua, con la visión del Cabo Malabata y de las costas españolas al fondo, el Minzah Hotel se erige imponente y majestuoso, abrazando con una simple mirada el maravilloso cuadro que es Tánger y su bahía. Lo que sin duda añade atractivo a esta especie de Palacete es el marco natural en el que reina. En efecto, con su vegetación mediterránea y exótica, sus palmeras, sus eucaliptos, sus geranios, sus rosales y muchas otras especies vegetales más, uno se siente transportado a un verdadero rincón del paraíso terrenal. El Hotel Minzah conquistó a los artistas y faranduleros en los grandes años de la zona internacional y, precisamente, con este reclamo sigue llevándose al huerto a los pocos y esporádicos visitantes que se asoman ahora.

Si sus paredes hablaran contarían historias tales como que durante la II Guerra Mundial el ala izquierda del hotel estuvo ocupada por los alemanes nazis, y la derecha por los aliados: ingleses y norteamericanos. Una más de las contradicciones de esta ciudad. Luego, a ambos lados indistintamente, se alojaron estrellas de cine, reyes y escritores.

El alma del hotel es un pequeño patio de azulejos y paredes encaladas que recuerda a los de Andalucía. En medio, una pequeña fuente y algunos limoneros terminan de darle el aire fresco que te atrae, como un imán, los días de sol. El Minzah, es un hotel del pasado y del presente. Al día hoy parece atrapado, o mejor dicho parado, mirando sin rumbo al futuro.

Se supone que es el hotel más lujoso de la ciudad pero particularmente para mí, y tras la última visita que realicé en mayo de 2008, las cinco estrellas con las que cuenta no son merecidas. La verdad es que sigue conservando en sus paredes parte de la evocación colonial y lujosa de entonces, pero ya no es de recibo, en pleno siglo XXI, tener tantas deficiencias. El servicio no es bueno y sólo funciona si hay una generosa propina a cambio. Las habitaciones se ven descuidadas y con ropa de cama de la década en la que se inauguró. Los desayunos en el patio están poco surtidos, no hay conexión a Internet, la piscina está tal cual se inauguró, los detalles del baño son más propios de un hostal, en el SPA no funcionan (al menos cuando yo estuve) la mitad de las instalaciones, el aire acondicionado era poco fiable, el ascensor raramente funcionaba, la iluminación del comedor no era la adecuada, la decoración de las paredes así como algunos cuadros presentan descoloramiento y signos de humedad e incluso moho. En fin, un desastre a un precio desorbitado. Un amigo asiduo del legendario bar, después de comentarle estas deficiencias, me argumentó que según algunos rumores una empresa extranjera estaba interesada en adquirirlo y, que probablemente, intentarían salvarlo de esta inexorable decadencia.

No se pueden, ni se deben, vivir años y años sólo de renta y recuerdo. Se puede y se debe arriesgar, plantándole cara a los nuevos retos, al mercado actual, y decidir que se puede y debe hacer con un edificio tan bello y tan emblemático. No se puede, ni se debe, ignorar lo que era, pero tampoco lo que es. Es necesario apostar por el futuro, por su cuidado y mantenimiento, buscando nuevas sensaciones. Aquellos personajes que lo hicieron grande no van a resucitar, y no se tienen los derechos de imagen para montar, en sus jardines, un museo de cera con sus figuras.

Seamos honestos y realistas: ¡No se puede vivir eternamente de los sueños!

domingo, 24 de mayo de 2009

Sin “Pudor”

El pudor es un concepto cuya definición se ha transmutado en ambigüedad, complejidad e incluso está al borde de la desaparición. Pero, ¿por qué, escribir sobre el “Pudor”? ¿Qué fue lo que me inspiró?

Fue la indiferencia y la inocencia de una intensa mirada hacia la maldita pantalla, a las nueve y media de la noche, viendo “El Hormiguero”, en la que se proyectaban imágenes de cuerpos entrelazados que rozaban el porno. Se trataba de un juego de adivinar que hacían los protagonistas, en pelotas, rodando en una cama. Yo me quedé estupefacto y sin habla preguntándome: ¿cómo es posible la emisión de estas imágenes cuando millones de niños están cenando y preparándose para ir a la cama? Mis dos hijas estaban, sin percatarse, absorbidas y manipuladas. Sólo la mayor, de 10 años, pudo distinguir y gritar “veo un culo”, sin recibir a cambio ningún premio, por supuesto. Culo se ha convertido en una palabra corriente y familiar, hasta el punto de ser utilizada, lamentablemente, con mucha naturalidad. Entonces, de repente, fue cuando me vino a la cabeza la palabra “Pudor” y me quede precisamente reflexionando sobre su concepto.


Al día siguiente, sin intentar ofender, pregunté a las personas de mi entorno el significado de la palabra pudor. Nadie sabía expresar con claridad el concepto, lo definieron de formas distintas: vergüenza, timidez, respeto, intimidad…Me llamó la atención el comportamiento, y tuve la sensación de que la indeterminación y la imprecisión del significado del concepto les produjo un efecto evasivo, ante la dificultad de encontrar el vocablo exacto para articular una respuesta concreta. Incluso alguien me contestó que era cosa del siglo pasado. Comprobé, con absoluta nitidez, cómo se producen circunstancias embarazosas cuando a uno le faltan palabras para expresase con claridad. Tal vez sea parte de la formación del día a día, tal vez nunca lo utilizaron en su lenguaje cotidiano o tal vez es una palabra que ya esta en vías de extinción.

El pudor, pienso, no es inhibirse, ni privarse o sentir molestias, ni sentirse presionado o incomodo, ni sentir pena, ni invadir la privacidad de otro. Me cuesta trabajo identificar o encajar lo vulnerables y lo débiles que son los niños y, sin embargo, e inexplicablemente, hoy en día se han vuelto mas fuertes que los propios adultos. Lo encajan todo con suma naturalidad porque lo han estudiado en ética. Pero, ¿dónde está el límite entre el bien y el mal.

El pudor son valores, son normas individuales, pero también colectivas, de comportamiento y conducta. El pudor es un desafío a la propia consistencia de nuestros estados emocionales, éticos y morales. Lamentablemente, en la actualidad, en los barrios ya sean de clase alta, de clase media o populares, da igual que sean laicos, ateos o religiosos, todo está permitido entre sus moradores, nadie se arropa, nada es relevante salvo el que más manda. Al menos así lo cree toda la gente. La sociedad ya no es patriarcal, sólo se conforma con la existencia de la figura del macho y del amo absoluto. Las personas se han vuelto adiestradas por otros factores ocultos: políticos, económicos y audiovisuales; hasta tal punto que se revelan, sin motivos, y rechazan someterse a lo arbitrario, dentro de la familia, en la calle, en los centros de enseñanza,...etc. El daño ya está causado, tanto a nivel individual como colectivo. La mayoría de los afectados han perdido la confianza en si mismos, se han vuelto frágiles y desconfiados. Se ha perdido el saber estar, el respeto y se ha cambiado por el fracaso y el miedo a actuar.

El pudor, hasta hace poco, ha estado ligado a la “vergüenza” y al respeto, actos cuyo contenido y concepción, en la actualidad, son difíciles de delimitar. El pudor no debe transmitir culpabilidades, debe representar un código moral del deber y del derecho. Los padres, los educadores, los intermediarios culturales,...debemos proveer a nuestros hijos de un vehículo de valores, en cuerpo y palabra, sin transgredir la barrera de la indisciplina, de la libertad del prójimo, de las expresiones inadecuadas, de la imposición, de las amenazas y de la incomprensión. Los individuos deben ser dueños de si mismos, con personalidad y sin perjuicios. La modernización y el desarrollo no deben ser un obstáculo, o un pretexto, para saltarse los buenos modales y olvidarse de la enseñanza, hacia la apertura, sin tabúes, a otros modelos de vidas y culturas.
El pudor debe ser una virtud de la dignidad, una prueba de amor y de respeto. El pudor debe ser una cultura de comportamiento sin restricciones, sin tribus, sin abusos. El pudor debe ser fundado, esencialmente, sobre la arbitrariedad, la igualdad, la voluntad, la razón, la lógica y la justicia. Y no solamente sobre el antojo y el capricho disparado de uno. El pudor debe ser fruto de la educación, de la libertad, de las tradiciones y de cualquier creencia ejercida. El pudor debe ser constructivo y respetuoso. Finalmente, concluyo diciendo que el pudor no debe desaparecer, nuestras almas lo necesitan. La brecha, lamentablemente, ya está abierta.

Me parece que todos los esfuerzos son pocos a la hora de concienciar, y concienciarnos, de la necesidad de cuidar nuestro pudor. De manera que soy partidario de que, cuando antes mejor, pongamos esta necesidad en nuestros hijos o nuestros alumnos que, en un abrir y cerrar de ojos, se convertirán en nuestros futuros herederos y maestros. Es indignante sufrir los inconvenientes de la falta de respeto, no todos tenemos 20 años. Y, por favor, debemos buscar un equilibrio, sin que por ello tengamos que volver al pasado. Al fin y al cabo, ¿por qué no empezar por la caja tonta? Le hace falta un buen repaso y un severo castigo a su absoluta falta de pudor.

“MALA HENNA”

El mundo de la Henna también ha sido tocado por los efectos de la globalización. Se ha puesto de moda a lo largo y ancho del mundo, en festivales, ferias, mercadillos ambulantes, playas y otros eventos al aire libre... La Henna es la pura expresión tradicional de la madurez y de la belleza. Forma parte de la cultura popular marroquí como elemento generador del bien, y como talismán contra el “mal de ojo” o cualquier otro maleficio. De este modo, sus dibujos aparecen, tradicionalmente, en todos los acontecimientos familiares ya sean festivos o religiosos. Aparecen con la misión legendaria de espantar a los malvados diablillos del cuerpo y del alma. Estos dibujos, sobre las manos y los pies, son una representación simbólica y significativa de pureza y prosperidad. Por eso, la labor especializada de estos menesteres quedaba en manos de profesionales experimentados quienes completan, con autentica sabiduría, el ritual, creando un fingido tatuaje a base de arabescos, caligrafías, signos simbólicos e imágenes de un pasado remoto, todos surgidos de la inspiración y de la imaginación.
La Henna es una sustancia utilizada desde hace mucho tiempo, y su uso es toda una tradición de hondo arraigo. La Henna es una de las plantas más apreciadas en Marruecos, y en el mundo islámico en general, por sus propiedades medicinales. Es antiséptica, antibacteriana, antimicótica, antihemorrágica, etc., pero, además, posee cualidades cosméticas y mágicas. Se utiliza para teñir y sanear los cabellos así como para embellecer las manos y los pies. Quizás el único problema que conlleva surge cuando se utiliza con desconocimiento o en condiciones poco recomendables. La Henna es una esencia colorante natural obtenida de las hojas y flores de un arbusto, sin embargo la variante de coloración más oscura, y de mayor fijación, contiene agentes agresivos para la piel. Para acelerar el proceso de fijación del tatuaje, su duración y la obtención un color más llamativo, se ha comenzado a comercializar la llamada Henna negra. Esta sustancia incorpora colorantes provocando reacciones alérgicas como picores, enrojecimiento, manchas, ampollas e incluso decoloración permanente de la piel, así como cicatrices en la zona que ha estado en contacto con ella.

Durante los meses de verano se multiplican los puestos de tatuaje con Henna en las calles de Tánger. Mucho calor, el ambiente está alterado por una continua marea de transeúntes que asaltan el asfalto con la simple y llana intención de pasear. Los propietarios de estos puestos se preparan para la fuerte demanda de clientes, la mayoría turistas. Un oficio practicado sin ningún control, sin las mínimas condiciones sanitarias e higiénicas y, lo que es incomprensible, sin regulación alguna por parte de las autoridades competentes. Una actividad libre que conlleva muchos riesgos, pudiendo provocar heridas, pigmentaciones y marcas dermatológicas permanentes en la piel.

Hay que reconocerlo es difícil, y requiere un enorme esfuerzo y dedicación, distinguir el mal del bien, comprender la mutación de la herencia de nuestra cultura, el repugnante paso de la alegría a la pena, o la distinción entre la belleza y la moda. Los dibujos de la Henna son hijos de la humildad y del paso del tiempo. Me pregunto si las críticas certeras deben ser crueles e irrespetuosas con los suyos. Me pregunto si apetece leerlas para aprobarlas o rechazarlas. El análisis del mal uso de este legendario ritual no necesita demasiados argumentos. Es evidente demostrarlo. No se trata de algo confidencial, seamos realistas. Lo sabemos casi todos, sólo nos falta despejarnos y disiparnos las dudas. El ritual está relacionado con nuestra religión, con nuestra sabiduría, con nuestras tradiciones, con la belleza, con los perfumes, con la higiene y, sobre todo, con la presencia y la limpieza. En fin, forma parte de nuestra propia madre naturaleza, de la liturgia, del culto y de las celebraciones de bodas, bautizos, circuncisiones,...

Esta actividad callejera sin control, va acabar destrozando la esencia de este milenario ritual y va a convertirlo en un gesto de caridad y mendicidad en los mercadillos. Hay puestos en exceso en un estado puro de desmadre. En el paseo marítimo de Tánger podemos encontrarnos con uno cada diez metros. Amarga y miserable tiene que ser la vida de estos dibujantes anónimos venidos de todas partes del territorio estatal para ganarse un trozo de pan utilizando la “ Mala Henna”. Una pena!

Marruecos, La Meca de los homosexuales

Sufrimiento. Colección Esperanza. 2016. Acrílico sobre lienzo 60x80cm.  A principio de los 50´ fue realmente cuando Tánger se metió de lleno...