¡Pues empiezo bien la mañana! Uno se levanta, desayuna y lee un ratito la prensa, pero pocas veces está preparado para toparse con malas y desagradables noticias. Es un negocio que está pensado y planificado, de tal manera, que te presentan la acción como un juego sucio basado en un espectáculo feo y morboso, dirigido, producido y presentado por escrito, para poderlo absorber por completo. La mayoría de las veces la noticia está manipulada para compaginar la lectura con las comidas. Hay que reconocer el esfuerzo, la dedicación, la meticulosidad, por ir engarzando frases y expresiones que mantengan el tono sensacionalista y emocional que ya nada tienen de alegre, ni de buena noticia, pero sí de repugnante y de amarga. No se trata de mentiras o historias inventadas. No importa el argumento ni siquiera los diálogos, es decir, que si un día ocurre una desgracia, la caja esta asegurada y las ganancias se disparan. ¡Cuánta pena y crueldad!
La crisis empuja a numerosas criaturas a buscarse las habichuelas, cruzando el charco si fuese necesario, como si se tratara del último recurso para sobrevivir. Antes o después, a todos ellos les llega el turno. Demasiado riesgo, mal asunto. La mayoría queda apresada en la trampa y terminan hacinados, en los siniestros calabozos de Tánger, esperando su juicio. ¡Ésta era la noticia de esta mañana! Hablaba, como ya es costumbre, de la crisis y señalaba que está provocando, tristemente, un nuevo fenómeno: una escalada de viajeros aventureros a Marruecos para traficar con hachís. En las últimas semanas una media de dos españoles, por día, han sido encarcelados en Tánger. Los funcionarios del consulado español, en esta ciudad, están en máxima alerta y trabajando a destajo. Los infortunados son personas ya maduritas y, en la inmensa mayoría, se trata de parados. Se enfrentan a duras condenas, y lo saben. Un fenómeno tan típico que hace recordar los años setenta y ochenta.
Padres de familia atrapados por las deudas se agarran al tráfico de drogas como a un clavo ardiente. Es una apuesta de salvación para sus precarias vidas o, simplemente, la búsqueda de un alivio económico. ¡Maldita crisis que golpea sin piedad y deja sin alternativas a hombres de negocios, autónomos o funcionarios!, obligándolos a emprender viajes a Marruecos, al igual que los habituales camellos, atraídos por la idea del dinero fácil y rápido. ¡Claro!, para ello antes deberán volver cargados con chocolate, lo que entraña altísimos riesgos, ignorando el infierno que les espera si su alijo llega a ser descubierto.
Es la historia escrita de un padre y su hijo de 26 añitos, los dos parados, que llevaban escondidos en los bajos del coche, 15 kilos de cannabis. Fueron sorprendidos por la aduana marroquí y, se hundieron, aún más, en la desgracia. El padre enfurecido asumió toda la responsabilidad para que su hijo quedase en libertad. Probablemente víctimas de la crisis, de las deudas, de la falta de empleo,… no encuentro otra posible explicación. Estamos hablando de infelices camellos amateurs, no de traficantes a gran escala que introducen toneladas en lanchas ultraligeras y dotadas con sofisticada tecnología. ¡Por favor, el sufrimiento de esta pobre gente no es comparable con nada!
Para bien o para mal hablar del padre valiente, con instinto protector, a estas alturas, supone casi exclusivamente hablar de un milagro llamado: “El Padre Superstar”. No es cuestión de protagonismo. Es una actuación tan necesaria como injusta. ¡Cómo si él fuera el culpable de toda esta infernal situación! Y a partir del momento en que lo detienen se lo tiene que tragar todo él solito como aquel auténtico Superstar.
La tan sonada crisis está llegando al sector de los camellos, y a lo más que se aspira es a una creciente cantidad de viajecitos a los que podíamos denominar: “Operación suicidio”. En tiempos de crisis, está claro, afloran los negocios sucios, desaparecen el miedo y las ideas. El dinero es muy cobarde y se aferra al riesgo. Estos instintos, pienso, son innatos y primitivos, viajan con nosotros desde los inicios de los tiempos al igual que el juego, la fortuna, la oportunidad... Ahí está el misterio, que cada uno imagine y piense lo que quiera, la procesión se lleva por dentro. Mañana nos sorprenderán con otra portada, otra noticia, otro Padre Superstar y, naturalmente, con otra desagracia.
La crisis empuja a numerosas criaturas a buscarse las habichuelas, cruzando el charco si fuese necesario, como si se tratara del último recurso para sobrevivir. Antes o después, a todos ellos les llega el turno. Demasiado riesgo, mal asunto. La mayoría queda apresada en la trampa y terminan hacinados, en los siniestros calabozos de Tánger, esperando su juicio. ¡Ésta era la noticia de esta mañana! Hablaba, como ya es costumbre, de la crisis y señalaba que está provocando, tristemente, un nuevo fenómeno: una escalada de viajeros aventureros a Marruecos para traficar con hachís. En las últimas semanas una media de dos españoles, por día, han sido encarcelados en Tánger. Los funcionarios del consulado español, en esta ciudad, están en máxima alerta y trabajando a destajo. Los infortunados son personas ya maduritas y, en la inmensa mayoría, se trata de parados. Se enfrentan a duras condenas, y lo saben. Un fenómeno tan típico que hace recordar los años setenta y ochenta.
Padres de familia atrapados por las deudas se agarran al tráfico de drogas como a un clavo ardiente. Es una apuesta de salvación para sus precarias vidas o, simplemente, la búsqueda de un alivio económico. ¡Maldita crisis que golpea sin piedad y deja sin alternativas a hombres de negocios, autónomos o funcionarios!, obligándolos a emprender viajes a Marruecos, al igual que los habituales camellos, atraídos por la idea del dinero fácil y rápido. ¡Claro!, para ello antes deberán volver cargados con chocolate, lo que entraña altísimos riesgos, ignorando el infierno que les espera si su alijo llega a ser descubierto.
Es la historia escrita de un padre y su hijo de 26 añitos, los dos parados, que llevaban escondidos en los bajos del coche, 15 kilos de cannabis. Fueron sorprendidos por la aduana marroquí y, se hundieron, aún más, en la desgracia. El padre enfurecido asumió toda la responsabilidad para que su hijo quedase en libertad. Probablemente víctimas de la crisis, de las deudas, de la falta de empleo,… no encuentro otra posible explicación. Estamos hablando de infelices camellos amateurs, no de traficantes a gran escala que introducen toneladas en lanchas ultraligeras y dotadas con sofisticada tecnología. ¡Por favor, el sufrimiento de esta pobre gente no es comparable con nada!
Para bien o para mal hablar del padre valiente, con instinto protector, a estas alturas, supone casi exclusivamente hablar de un milagro llamado: “El Padre Superstar”. No es cuestión de protagonismo. Es una actuación tan necesaria como injusta. ¡Cómo si él fuera el culpable de toda esta infernal situación! Y a partir del momento en que lo detienen se lo tiene que tragar todo él solito como aquel auténtico Superstar.
La tan sonada crisis está llegando al sector de los camellos, y a lo más que se aspira es a una creciente cantidad de viajecitos a los que podíamos denominar: “Operación suicidio”. En tiempos de crisis, está claro, afloran los negocios sucios, desaparecen el miedo y las ideas. El dinero es muy cobarde y se aferra al riesgo. Estos instintos, pienso, son innatos y primitivos, viajan con nosotros desde los inicios de los tiempos al igual que el juego, la fortuna, la oportunidad... Ahí está el misterio, que cada uno imagine y piense lo que quiera, la procesión se lleva por dentro. Mañana nos sorprenderán con otra portada, otra noticia, otro Padre Superstar y, naturalmente, con otra desagracia.
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