The Master Musicians of Jajouka, una de las formaciones más famosas de Marruecos, con su música obsesiva de los tambores y gaitas han hipnotizado a medio mundo. Los Rolling Stones, Peter Gabriel, Led Zeppelin, Bernardo Bertolucci, Sonic Youth, William Borroughs o Paul Bowles les son incondicionales. Este famoso grupo musical es originario del Rif (norte de Marruecos) y representa una tradición musical de 800 años, fue descubierto en 1968 por el fundador y guitarrista de los Rolling Stones Brian Jones, quien grabó sus peculiares sonidos de rhaita árabe en el disco “The Pipes of Pan at Jajouka”. Los propios Rolling Stones han contado con ellos en diferentes ocasiones. Decenas de artistas, como Jimmy Page, Ornette Coleman o Peter Gabriel, han querido trabajar a su lado, dada la originalidad de su música.
El grupo tuvo también su impacto entre los poetas y escritores de la generación beat, como William Borroughs o Paul Bowles, quien, cuando les vio en Tánger, se convirtió en su gran mentor. De hecho, la orquesta aparece en la película El cielo protector, de Bernardo Bertolucci, por sugerencia de Bowles. Los gurús de la generación «beat» enloquecieron con ellos. A finales de los sesenta, la música de los Virtuosos de Jajouka se convirtió en un punto de referencia para la cultura de los adictos a Burroughs, Bowles o Kerouac. Brian Jones, el más hippie de los Rolling Stones, cogió su testigo gracias al pintor Brion Gysin y grabó «in situ» los sonidos de trance de esta tribu marroquí consagrada a la música. Para algunos, el acercamiento no tenía demasiado misterio. Los «modernos» de la Generación Beat se inventaban una nueva disculpa para viajar a un lugar exótico, ponerse hasta arriba de drogas y disfrazar sus empeños dionisiacos con un velo cultural que ya no engañaba a nadie. El tiempo y los resultados demostraron que las intenciones de vividores como William Burroughs, Paul Bowles, Brion Gysin o, más adelante, el rolling Brian Jones iban más allá del simple deseo de pasar un buen rato exótico fumando kif y buscando temas para maquillar su arte.
Para Bowles, el que mas con los años demostró que entendía mejor el espíritu árabe, lo que ofrecían los Virtuosos de Jajouka no eran respuestas a incógnitas existenciales; ellos aportaban según el «una experiencia musical y eso es lo que yo me llevé de allí». Pero no todos los artistas que se acercaron a las montañas del Atlas para vivir de cerca la magia de estos músicos fueron tan pragmáticos. La mayoría se empaparon del aspecto espiritual de este rito que los Virtuosos han utilizado durante siglos para exorcizar enfermedades. El protocolo de la experiencia es similar al de otras ceremonias en las que la música induce al trance. Burroughs, que decribió sus sensaciones en The ticket that explodes, la definió como «el sonido de una banda de rock de 4.000 años» y en un artículo publicado en la revista Oui 2 en 1973 describía sus «visiones»: «(...) el pueblo, las colinas y el cielo parecían estar danzando en el espacio, como si fuera una escena de Star Trek. El chico de la camiseta verde se colocó una máscara y empezó a bailar enfrente de nosotros durante unos segundos. Pan, el Dios cabra, el Señor de las pieles, el Maestro del miedo, sin edad, enigmático, impersonal... mira a través de los ojos del chico. Pan puede mirar a través de miles de ojos». Aunque en su grabación Brian Jones no respetó demasiado el trabajo original de estos artistas, cuya fuente musical viene de la música escrita por sus antepasados en las cortes de Sevilla y Córdoba de los siglos IX y X, el resultado es bastante fiel a la realidad.
En el disco se intuye la magia de estos compositores que, históricamente, han formado una especie de aristocracia artística. Hace miles de años eran los encargados de proporcionar música al sultán e incluso tenían el privilegio -hasta principios de este siglo- de recaudar un diezmo de los habitantes de los territorios colindantes, lo cual les permitía dedicarse a su música, sin tener que preocuparse de buscarse la vida. Pero aunque en los surcos de la grabación resume parte de su atracción, la historia ha demostrado que los que han caído en las redes del Dios Pan de los Virtuosos de Jajouka, han sido los que le han visto cara a cara, los que como Brian Jones, Bowles o Burroughs se han dejado llevar por la experiencia mística los que de verdad han captado la esencia de la ceremonia, los que han entendido que una vez has caído en la trampa, perteneces a esa música para siempre. En un artículo que se reproduce en el libro recopilatorio Lo mejor de Rolling Stone, Brion Gysin le explica al periodista Robert Palmer cómo atrapa la música a los neófitos: «Un día oyes la música y empiezas a bailar, y entonces sabes que perteneces a esa hermandad. Bailas hasta que no puedes parar y, cuando te desmayas y te hacen recuperar el sentido, te das cuenta de que has establecido con ellos un contrato de por vida».
Mucho antes de que Brian Jones intuyera lo que esa región del Atlas se traía entre manos, Kerouac, en En el camino (1957) dejaba entrever en el personaje de Carlo (inspirado en William Burroughs) cómo sus experiencias africanas le habían cambiado la vida y cómo, en medio de Nueva Orleans, parecía que estaba en algún sitio que no tenía nada que ver con aquello. Y el encantamiento no parece diluírse con los lavados... Gente como Philip Glass o William Burroughs reconocen que no pueden apartar el sonido de las flautas de Pan de su mente. Brian Jones y Philip Glass afirmaban que los Virtuosos de Jajouka «no tocan para cualquier mortal, más bien se trata de un encantamiento que afecta a gente que vive en otra dimensión».
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