Ángel Vázquez Molina, cuyo verdadero nombre era Antonio, nació el 3 de junio de 1929 en Tánger, en ese Tánger internacional con ambiente exótico y cosmopolita. Su padre, un hombre al parecer bastante violento, abandonó el seno familiar siendo él muy pequeño y, desde ese momento, su infancia pasó a ser el mundo femenino de su abuela y de su madre propietaria de una tienda de sombreros muy famosa en el Tánger de la época. De niño Ángel Vásquez ya era introvertido, tímido y solitario.
© Sanz de Soto. |
Tras pasar por varios colegios abandona los estudios por motivos económicos y se convierte en un autodidacta que devora los libros de todas las bibliotecas de Tánger. Comienza a trabajar deambulando irresponsablemente, de un empleo a otro, como oficinista, vendedor en una librería, colaborador del diario España, secretario de un abogado..., a la par que lo hace de un bar a otro y todo ello combinado con una irrefrenable necesidad de escribir que le permite escabullirse. Mientras residía en Tánger acudía, en ocasiones, a las fiestas cosmopolitas de Barbara Hutton y David Herbert. En más de una ocasión compartió la barra de un bar con William Burroughs. También mantuvo una profunda amistad con Jane Bowles a la que, además, le unía su misma condición sexual.
A medida que se acerca la independencia de Marruecos su situación se va agravando. Lo único que le preocupa es cómo comer al día siguiente, con el agravante de no poder abandonar Tánger porque de él dependen su abuela y su madre, ya muy enferma. En 1962 gana el premio Planeta con su primera novela “Se enciende y se apaga una luz”, pero el dinero recibido se le va en pagar deudas. Dos años más tarde, y en esta ocasión por encargo, publica la segunda “Fiesta para una mujer sola”. Tras la muerte de su abuela, y más tarde de su madre en el año 1965, acogiéndose a las ayudas que ha ofrecido España, decide abandonar Tánger que ya ha dejado de ser aquella fascinante ciudad de película. Recala en distintos lugares para terminar instalándose en Madrid, donde encuentra a muchos de sus amigos tangerinos como Eduardo Haro Tecglen, Emilio Sanz de Soto y Antonio Sánchez... Ángel vuelve, entonces, a vagar por diversos empleos precarios. Deambula por diversas pensiones y no deja de visitar bares de mala muerte. En 1976 ve la luz su tercera novela "La vida perra de Juanita Narboni". Es seleccionada en el año 1977 para el Premio de la Crítica, pero la cosa no va más allá. Después la novela queda enterrada.
La última etapa de su vida la pasa en una casa de huéspedes, que él mismo llamaría la "Mansión de Drácula", muy deteriorado ya por el alcohol, las penurias diarias y por una particular dificultad para vivir. Se siente cansado de vivir, pero sigue escribiendo. El 25 de febrero de 1980 muere de un ataque al corazón. Horas antes había quemado sus dos últimas novelas.
Ángel Vázquez fue un hombre atormentado, y el principal y más duro crítico de sí mismo, al que siempre le salvó el humor y la ironía que inyectaba a sus palabras. En una carta a su amigo Emilio Sanz de Soto, el propio Vázquez declara: "Yo también soy un corrompido”. Sin fe en Dios, egoísta y sin ninguna confianza en mi mismo. Homosexual, alcohólico, drogado, cleptómano". Solo la escritura fue para Vázquez su auténtica vida, el disfraz que le permitía dirigirse a sí mismo y recrear su propio mundo interior o como él mismo lo llamaba, "mis habitaciones privadas".
La última etapa de su vida la pasa en una casa de huéspedes, que él mismo llamaría la "Mansión de Drácula", muy deteriorado ya por el alcohol, las penurias diarias y por una particular dificultad para vivir. Se siente cansado de vivir, pero sigue escribiendo. El 25 de febrero de 1980 muere de un ataque al corazón. Horas antes había quemado sus dos últimas novelas.
Ángel Vázquez fue un hombre atormentado, y el principal y más duro crítico de sí mismo, al que siempre le salvó el humor y la ironía que inyectaba a sus palabras. En una carta a su amigo Emilio Sanz de Soto, el propio Vázquez declara: "Yo también soy un corrompido”. Sin fe en Dios, egoísta y sin ninguna confianza en mi mismo. Homosexual, alcohólico, drogado, cleptómano". Solo la escritura fue para Vázquez su auténtica vida, el disfraz que le permitía dirigirse a sí mismo y recrear su propio mundo interior o como él mismo lo llamaba, "mis habitaciones privadas".
La directora Farida Benlyazid. |
A pesar de haber ganado el premio Planeta con su novela “Se enciende y se apaga una luz”, Angel Vázquez será mejor recordado por otra obra que no tuvo ningún éxito comercial cuando se publicó y que, sin embargo, ha tenido hasta una adaptación cinematográfica, “La vida perra de Juanita Narboni”.
Fotograma: Mariola Fuentes, Juanita Narboni. |
Juanita Narboni, es un grandioso y patético personaje, casi real, creado por la literatura de Ángel Vázquez. Es medio española y medio inglesa, por parte gibraltareña, natural de Tarifa y recriada en Tánger. Aunque la película ha sido dirigida por la Tangerina Farida Benlyazid, el valor y la importancia le pertenecen en cuerpo y alma a la actriz española Mariola Fuentes, cuya voz y pensamiento no se dejan de oír ni un solo instante. “La vida perra de Juanita Narboni” es un extenso monólogo en el que el personaje de una amargada y una solterona tangerina se expresa en yaquetía y nos cuenta la historia de su vida en Tánger. La yaquetía (o haquitía) era el castellano híbrido que hablaban los sefarditas de Marruecos, y que Ángel Vázquez plasmó a la perfección en su obra. Por otro lado “Juanita Narboni” estaba siempre lúcida, graciosa y ácida. Sus descripciones, observaciones, pareceres y puros análisis franquistas de la época, de Tánger y de las gentes eran el reflejo y la imagen auténtica de aquella vida. Desde luego Mariola Fuentes con la interpretación que hace, con su trapaceo en tres y cuatro idiomas, que para eso su personaje, se merece elogios y alguna recompensa. La voz de Juanita transmite también la decadencia de una forma de vivir, en otro tiempo glorioso y único. El propio Vázquez hace algunas aclaraciones en una nota introductoria, quiere que su novela sirva como testimonio de esa forma de vida, y para ello utiliza tres referentes: el universo femenino de Juanita, el lenguaje tangerino y la propia ciudad de Tánger. El lenguaje, al ser la forma de expresión de Juanita, pasa a tener así la categoría de verdadero protagonista del relato. Según Vázquez su intención no ha sido otra que la de restituir, en lo posible, el lenguaje de unos determinados habitantes de Tánger, de ese Tánger que fue tierra de nadie y de todos, y al que la fuerza de la Historia está devolviendo, en esos momentos, a sus orígenes. De todas las lenguas que se usaron allí, a excepción del árabe, a todas dominó un castellano popular alimentado, particularmente, por los hebreos sefarditas y que hoy, todavía, sigue vivo.
Cartel de la pelicula "La Vida Perra de Juanita Narboni". |
"La vida perra de Juanita Narboni" se constituye como un importante documento al ser la única obra literaria que recoge, con mayor o menor fidelidad, el habla de aquellos judíos casi perdida en la actualidad.
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