jueves, 15 de mayo de 2008

LA MALDICIÓN DEL HOTEL REMBRANDT

En el Hotel Rembrandt de Tánger se refugio Tennesse Williams, y en él vivió con su gato la escritora Jane Bowles. Nuestro hotel sigue estando, desde 1950 año de su inauguración, en el Boulevard Pasteur, en el corazón de la ciudad, con unas habitaciones majestuosas sobre la bahía. Actualmente, el hotel sólo salvaguarda el sabor y los rasgos de aquella ciudad de la época internacional, estaba esclava y protegida por unas cuantas potencias, y también de aquella ciudad cosmopolita vinculada con la cultura, la literatura, la extravagancia, los vicios y el libertinaje desposeído de todo tipo de controles ideológicos, morales y religiosos.

Hotel Rembrandt. Agosto 2013. Tánger.
Foto Abdellatif Bouziane.
Todavía me pregunto: ¿Qué motivos acarrearon a Tánger este fenómeno de convivencia de culturas y creencias tan dispares? ¿Tan fuertes eran las oleadas del levante? ¿Tan fuertes eran los ecos susurrados de Hércules? Aquellos forasteros, protagonistas de uno de los más valiosos patrimonios literarios de las últimas décadas, tenían que haber estado ansiosos y enloquecidos por el embrujo y la atmósfera de Tánger, o bien tan empapados de letras secretas y prohibidas que buscaban en esta ciudad refugio, exilio y libertad para el cuerpo y la mente. Hoy día, tan sólo permanecen algunos aspectos y perfiles de tan dorada época incrustados en los pilares y las paredes del hotel Rembrandt. Las fachadas desconchadas confiesan, avergonzadas, sus recuerdos; los azulejos agrietados son puras evocaciones, y las maderas abiertas inspiran nostalgias. Es para crear una comisión de investigación al respecto. Algo importante tuvo que haber sucedido en aquel hotel, pero, desgraciadamente, el abandono y la dejadez lo han borrado para siempre. Parece que estamos en otra época. Al mirarlo nos alberga una extraña sensación, es como un viaje a un lugar ignorado, desértico, sin esencia humana; parece un escenario de Twin Peacks donde encontramos una recepción con apariencias de esplendor, una señorial piscina con jardín y un distinguido bar. De repente, y por un instante, este hotel se nos muestra con heridas abiertas, impresiones furiosas, personal incomodo, sensación de llegar con retraso y apetencias desordenadas. ¡Es una lástima! Podía haber sido nuestro hotel favorito en Tánger.

En aquella época, en multitud de ocasiones, se reservaban habitaciones con maravillosas vistas a la bahía de Tánger. Algunos huéspedes escribían, mientras otros pintaban o simplemente conversaban. Había un cualificado personal y camareros muy profesionales. Los bármanes gozaban de mucha clase y discreción. Estamos hablando del conocimiento del elemento humano, para poder abrir su mente y su corazón. Tengo la esperanza de que el famoso Hotel Rembrandt recupere su esplendor, su carácter y sus memorias históricas. Mientras tanto se acumulan los días de castigo y descuido. Se seguirán cambiando, diariamente, las sábanas para un turismo de bajo coste. Esta situación me recuerda el famoso baile del héroe de los Jackson Five en el que movía los pies de una forma tan extraña que parecía andar, pero siempre permanecía en el mismo lugar.

1 comentario:

  1. Ojala amigo, tu deseo se haga realidad, es una autentica lástima que lugares tan emblematicos como ese hotel, se pierdan en la noche de los tiempos.
    Ojala...

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