Tánger, hermosa y canalla, aún discurre por sus calles la sombra de su pasado deslumbrante. En ella recalaban intelectuales y escritores de medio mundo. Una época que es sólo un recuerdo. Tánger, es ciudad frontera que se exhibe en una orilla del Estrecho frente a Gibraltar como última etapa de la frustración de tantas criaturas que sienten despojados de la dignidad humana, sin perspectivas de futuro. Mientras, el occidente se está cerrando y cercando, constantemente, con duras e implacables políticas de inmigración. Estos adolescentes, en su gran mayoría, cuando uno les aborda parecen despreocupados y divertidos, pero sus profundas desesperanzas se amontonan día tras día. Fruto de esta desesperación aumentan sus ganas de marcharse, de huir y romper los barrotes de la injusticia y desigualdades.
Alrededor de 16 millones de inmigrantes entraron a Estados Unidos pasando por la Isla Ellis en Nueva York entre 1892 y 1924.© AP Images
Alrededor de 16 millones de inmigrantes entraron a Estados Unidos pasando por la Isla Ellis en Nueva York entre 1892 y 1924.© AP Images
Se sienten motivados por una legítima y natural aspiración a la aventura, al deseo de viajar. Es completamente falso retratar la emigración como un fenómeno que se remite únicamente a los factores económicos. A estos jóvenes, aunque parezca anecdótico repetirlo una vez más, les cuesta integrarse en Marruecos, en unos mercados laborales cada vez más competitivos y en una sociedad en la que, a veces, no tienen voz. Difícilmente pueden identificarse con el sistema y el entorno. Inmersos en una vida cruel, sin trabajo y en condiciones precarias que no les permiten prosperar, vuelven sus ojos hacia el extranjero. Cuesta imaginar que el 60% de los marroquíes tiene menos de 30 años.
Una realidad amarga y dura de tragar. La emigración es un fenómeno complejo que no puede reducirse sólo a la cuestión económica. Para empezar, está la repercusión que tiene el hecho de que los jóvenes estén privados, de forma precoz, del sueño de viajar. Esta prohibición genera una rabia interior. No solo hay que hablar del efecto llamada, sino también del denominado efecto salida, relacionado a la par con la globalización y la responsabilidad, tanto desde el interior como desde el exterior. El ser humano no debería ser objeto de manipulación y de provecho. En el caso de las mujeres la complejidad del fenómeno migratorio se manifiesta por la incompatibilidad de la condición laboral femenina en la sociedad marroquí, y tampoco es sólo por causas económicas. Se sienten claramente discriminadas.
Las ansias de cruzar un nuevo horizonte están sometidas, a veces, a razones o motivos familiares, a la ausencia de libertad, a la frustración personal, hasta incluso a problemas sexuales. Estos adolescentes están odiados y resentidos. Se sienten desaprovechados y huérfanos. Todos estos aspectos, y la falta de no poseer los derechos de la naturaleza, son justificaciones tan poderosas como las económicas para emigrar. Numerosos expertos, y distintos estudios, llevan años advirtiendo y explicando que los fenómenos migratorios se remiten principalmente a las ansias de que algo va cambiar, al no dejarse desgastar, al sacar renta a la vida de uno y normalizar su situación social y pública. Es una protesta silenciosa y vergonzosa del ser humano por la libertad.
En general este tema se ha abordado con ironía y reticencia, en muchas ocasiones. Es el momento de pararse a reflexionar y ver lo bueno y lo malo de nuestra civilización, así como lo diabólicos que podemos llegar a ser. Es imposible imaginar que hemos construido la Torre Eiffel, la Mezquita de Córdoba, la Gran Muralla China, la Estatua de la Libertad, los canales, los puentes, las autopistas, los satélites,…, y tener los ojos cerrados ante tal desastre. Todos creemos en la inevitable jerarquía humana, pero nuestros estómagos siguen siendo semejantes. Lo peor ante este fenómeno, y vuelvo a insistir, social, humano y económico, desgraciadamente estamos metidos todos en el mismo ajo. Es inadmisible que los franceses, por poner el ejemplo de un país europeo, cuiden y mimen a 40 millones de mascotas y tengan secciones repletas, en sus supermercados, con infinidad de productos alimenticios, y hasta incluso juguetitos, para estos privilegiados bichos, mientras millones de seres humanos gritan dignidad y justicia, preparando la gran evasión.
Una realidad amarga y dura de tragar. La emigración es un fenómeno complejo que no puede reducirse sólo a la cuestión económica. Para empezar, está la repercusión que tiene el hecho de que los jóvenes estén privados, de forma precoz, del sueño de viajar. Esta prohibición genera una rabia interior. No solo hay que hablar del efecto llamada, sino también del denominado efecto salida, relacionado a la par con la globalización y la responsabilidad, tanto desde el interior como desde el exterior. El ser humano no debería ser objeto de manipulación y de provecho. En el caso de las mujeres la complejidad del fenómeno migratorio se manifiesta por la incompatibilidad de la condición laboral femenina en la sociedad marroquí, y tampoco es sólo por causas económicas. Se sienten claramente discriminadas.
Las ansias de cruzar un nuevo horizonte están sometidas, a veces, a razones o motivos familiares, a la ausencia de libertad, a la frustración personal, hasta incluso a problemas sexuales. Estos adolescentes están odiados y resentidos. Se sienten desaprovechados y huérfanos. Todos estos aspectos, y la falta de no poseer los derechos de la naturaleza, son justificaciones tan poderosas como las económicas para emigrar. Numerosos expertos, y distintos estudios, llevan años advirtiendo y explicando que los fenómenos migratorios se remiten principalmente a las ansias de que algo va cambiar, al no dejarse desgastar, al sacar renta a la vida de uno y normalizar su situación social y pública. Es una protesta silenciosa y vergonzosa del ser humano por la libertad.
En general este tema se ha abordado con ironía y reticencia, en muchas ocasiones. Es el momento de pararse a reflexionar y ver lo bueno y lo malo de nuestra civilización, así como lo diabólicos que podemos llegar a ser. Es imposible imaginar que hemos construido la Torre Eiffel, la Mezquita de Córdoba, la Gran Muralla China, la Estatua de la Libertad, los canales, los puentes, las autopistas, los satélites,…, y tener los ojos cerrados ante tal desastre. Todos creemos en la inevitable jerarquía humana, pero nuestros estómagos siguen siendo semejantes. Lo peor ante este fenómeno, y vuelvo a insistir, social, humano y económico, desgraciadamente estamos metidos todos en el mismo ajo. Es inadmisible que los franceses, por poner el ejemplo de un país europeo, cuiden y mimen a 40 millones de mascotas y tengan secciones repletas, en sus supermercados, con infinidad de productos alimenticios, y hasta incluso juguetitos, para estos privilegiados bichos, mientras millones de seres humanos gritan dignidad y justicia, preparando la gran evasión.
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