domingo, 19 de octubre de 2008

DICHOSOS NOMBRES INADECUADOS.

Hace poco un amigo me escribió un e.mail para consultarme si me parece muy extraño que la hija de un matrimonio marroquí se llame Elena. Me quedé pasmado y atónico un instante. Jamás, hasta el día de hoy, se utilizó en mi entorno el nombre de Elena, pero no me extraña. Hoy en día, con la cantidad de culebrones y de grandes hermanos que han invadido todas las televisiones del mundo, multitud de padres han tomado la iniciativa de colocar a sus indefensos hijos, incapaces de impedir tal decisión, un nombre alejado de sus tradiciones y creencias, de su historia y de su cultura. Pienso que quizás lo hagan por motivos emocionales, por innovación, por antojo, por modernidad ó por identificarse con otra sociedad.

Helena de Troya

Los sudamericanos, por ejemplo, hace tiempo, manipulados, se atrevieron con unos dichosos e inadecuados nombres como Winston, Wilson, Mac Donald, Michael Jackson, Rock and Roll...incluso nombres dedicados a Reagan y el famoso Clinton, hasta recurrieron a nombres cibernéticos como Yahoo (Continuará ... ). Estoy seguro que a los Árabes-Musulmanes les tocará su turno y pronto empezaran a fantasear con los nombres. Eso forma parte de los efectos de la maldita globalización

El nombre de Elena es originario, como bien sabéis, de Helena que en griego significa “Luz brillante como el sol”. Helena también fue una Diosa griega y compañera sentimental de Troya. La verdad es que se trata de una denominación con un origen fascinante. No es un pecado llamarse Elena o Juan o Manuel en Marruecos ni tampoco en Europa, tan sólo que es impensable y está probablemente mal visto, o incluso prohibido, por los cánones de la sociedad de origen. Según el libro sagrado de la religión musulmana “el Corán”, y según la “Chariä” (fundamentos teológicos...) todos los nombres son validos, con la única salvedad de prescindir de aquellos que tengan relación con Satanás, con el diablo o con el mismísimo demonio “Djnn”, personaje terrorífico citado en multitud de ocasiones en el Corán.

Un nombre propio, distintivo de una persona dentro de una comunidad, y un apellido familiar no es más que un apelativo que se da a una persona en su bautizo. En definitiva se trata de su nombre de pila. Gramaticalmente la palabra nombre es el término que se utiliza para designar e individualizar a las persona, animales u objetos. Es así de sencillo: poner una identificación a un hijo. Judicialmente, “El nombre” es un derecho y un atributo de toda persona, hasta en las naciones unidas está así reconocido. El nombre en algunas lenguas, o prenombre en otras, debe reflejar afecto, cariño, aprecio y no debe limitarse a ser un simple apodo. Debe manifestar, nada más y nada menos, a la dignidad humana.

Más de una vez nos hemos quedado estupefactos al leer u oír nombres inadecuados, extravagantes, ridículos, burlescos que, a veces, rozan el límite de lo abusivo. La Iglesia es clara en su recomendación y en su mensaje a los padres, a los padrinos y el párroco para que pongan nombres adecuados al sentir cristiano, siendo conveniente que entiendan el significado del nombre que eligen. Además como cristianos deben valorar los ejemplos de los grandes santos o santas que han enseñado mucho con su vida. Y por último deben tener claro que los nombres influyen, de alguna manera, en la personalidad del sujeto.

La evolución y el escenario actual de la inmigración en Europa, ante todo la que conocemos, es la consecuencia de un desarrollo demográfico brutal durante las cinco últimas décadas, esencialmente. Su presencia masiva en Europa tiende sorprendentemente a desvincularse, desprenderse y alejarse de sus orígenes históricos y culturales originales. Dicho de otra manera los jóvenes, que conforman las segundas e incluso las terceras generaciones de inmigrantes en la mayoría de los países europeos, se están desvinculando cada vez más de sus raíces, de sus costumbres y de sus tradiciones. Ya no es sólo una inmigración laboral, sino que se ha convertido en inmigración definitiva europea e implantada masivamente. Una comunidad que ya forma parte del paisaje cotidiano.

Un fenómeno juvenil que a más de uno lo deja sobrecogido por su comportamiento rebelde y distante, pero que a fin de cuenta es un comportamiento propio de Europa. Ahora bien, no hay que falsear el debate porque el paso de una reflexión sociológica a una de identidad se debe a la reivindicación del derecho y el deber de un reconocimiento existencial y al rechazo de un nefasto estatus económico y político. No hay razones para separar estos hechos. Me refiero a la actitudes de los gobiernos europeos, primero multicultural y mas tarde de asimilación y naturalización. Lo único que han logrado es modificar los hábitos de estos agitadores jóvenes sin rumbo. Se trataba de Europeizar a unos hijos de inmigrantes para que Aisha sea Françoise, o que Mohamed sea Peter...Esa era la perspectiva y la directiva deseada de esos experimentos en políticas de inmigración europeas de naturalización. Eso desembocó en una incomprensión interna dentro de Europa. Estos planteamientos han tenido efectos diferentes en cada país, pero las situaciones son similares porque los distintos modelos originales han fracasado.

Se trata de cambiar la evolución de los inmigrantes en Europa. Se trata de cambiar su cultura y sus hábitos rituales y étnicos a la gente diferente que los europeos tienen a su lado. A una gente que se percibe como distinta, que habla idiomas distintos, que tiene costumbres culinarias distintas, que tiene tradiciones matrimoniales o de sociabilidad distintas, y que mantiene una asociación y un vínculo fuerte con los países de origen...Terminaron llamándolo de manera indistinta “El choque de civilizaciones”. Lo que es realmente, es un choque de culturas y de diálogo.

Probablemente, este joven matrimonio marroquí ha sido el resultado y el objetivo de esa frenética carrera hacia la integración multicultural del inmigrante en la sociedad Europea y, casi seguro privándole de la continuidad de su herencia histórica evidente. Es triste desaprovechar de esta manera la buena utilización de los dichosos nombres adecuados.

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