sábado, 15 de noviembre de 2008

VIDAS CRUZADAS.

Dedicado a la memoria de los ausentes.
Oscar Wilde: Algunos reparten felicidad donde vayan, otros cuando se van.
Boulevard Luis Pasteur de Tánger. Agosto de 2013.
Foto Abdellatif Bouziane.
Todo occidente se había rendido, fascinado y sucumbido ante aquella memorable generación de viajeros que se empeñaron en desembuchar un recóndito Marruecos, a través de la ciudad de Tánger. Perezosos y ansiosos, al mismo tiempo, aquellos artesanos del culto plasmaron con sus historias multitud de experiencias, a través de un conocimiento rebelde, y todo ello sin irse tan lejos de casa. Eran rutas espinosas y a la vez seductoras; rutas de droga, de sexo, de alcohol y de juergas nocturnas. Lujuria a tutti plein.

Todo empezaba en el puerto. El efecto llamada equivalía a varios y sucesivos desembarcos de aquellos aventureros en Tánger, una ciudad librada a su suerte. Un escondrijo de lujo, demasiada flexibilidad, y por allí desfilaron hombres de negocios, espías, contrabandistas, traficantes, prostitutas, militares retirados, excéntricos escritores, poetas, pintores, fotógrafos,... De pronto un aspecto bohemio se apropio del cielo protector de Tánger. Era un destino clandestino donde las almas de aquellos personajes se volvían adulteradas, los cerebros despreocupados y los cuerpos desatados. Todo el mundo presumía de ser bohemio y ambiguo. En fin, sus vidas ya estaban sin querer cruzadas y revueltas. Algunos excesos se pagaron caros y la respuesta, mi amigo, estaba en el aire. No se pueden explicar los motivos de aquellas desgracias. Por ejemplo, las misteriosas desapariciones de algunas leyendas que formaban parte del mito que fue Tánger.

La identificación de uno u otro importaba poco. Eran tiempos de andar suelto y sin ningún tipo de documento encima. Eran tiempos de diplomáticos jubilados, de espías solitarios, de judíos millonarios y de magnates rusos. La crueldad de algunos radicales gobiernos y sus malditas guerras había provocado la propagación de aquellas criaturas por una ciudad que entonces gozaba de un estatus internacional protegido. Una cadena interminable de anécdotas y historietas, más o menos creíbles, nos hacen respirar la respuesta, amigo, de aquel aire bohemio, intelectual y clandestino. Relatos escritos desde los inolvidables cafés. Miradas contadas desde los míticos balcones y miradores. Sueños eternos narrados desde los cócteles del humo de hachís, desde los perfumes de las flores y desde el sabor del té a la menta.

Hay que entender que la respuesta de esta ciudad, amigo, estaba en el aire del puerto de su bahía. La respuesta, amigo, estaba en el aire de sus murallas y de la casbah. Nosotros como simples espectadores y ellos, mientras tanto, se paseaban en coches nunca vistos, vestidos con ricos trajes complementados con corbatas al último grito. La respuesta, amigo, estaba en el cementerio donde descansan los restos de sus preciadas mascotas. La respuesta de la historia de Tánger, amigo, estaba en el amor, en la libertad, en las preferencias sexuales, en el sentido del humor, en la amistad y en nuestra memoria colectiva. La respuesta de la historia de Tánger, amigo, estaba vinculada a las vidas cruzadas de aquella generación revolucionaria, borracha de culto, que conformaban un laberinto mareante de personas, tradiciones y, sobre todo, hospitalidad.

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