“La hospitalidad”, probablemente uno de los conceptos no lucrativos, más antiguos y conmovedores de la humanidad, se ha convertido en el mundo actual en un floreciente negocio. ¡Una pena!
La mayoría de las personas ya están fichadas por Google. Acabo de leer en ese portal de internet mi biografía, ¡inaudito!, ¿cómo ha llegado ahí? Constaba que tenía dos hijas, que vivía en la Cala del Moral,… Y aquí estoy, la gente no para de invitarme a unirme a ellos. Se trata de actos puramente literarios, directos y con cierta rigidez; al fin y al cabo son hospitalarios. Lo que sucede es que no puedo conversar con ninguno en carne y hueso mientras tomamos un delicioso y genuino té moruno. Pueden estar ubicados a 200 ó 1000 km, o pueden estar justo en el piso de al lado, o incluso detrás de la puerta. Da igual, el tono es el mismo, el protocolo de comunicación es frío. Es una hospitalidad que tendrá seguro algunas puertas oscuras y donde te tildan de cualquier cosa menos de invitado. La hospitalidad no debe sostenerse sobre una satisfacción mutua de incomodidad y de engaño.
Mi amigo Hassan Alami, cuando salíamos de marcha por Málaga, invitaba a “todo quisqui” a su casa de Tánger, peor aún, ¡a la casa de sus padres! Estrechaba la mano muy fuerte y así dejaba bien claro quién era quién. Yo le decía siempre, sin intención de ofenderlo, por supuesto, que su casa no era el hospicio de la madre Teresa de Calcuta, que todos a la vez no cabrían, y consecutivamente sería una locura. Él me replicaba que el corazón de la hospitalidad es infinito y que donde comen dos pueden comer tres. Creo que soy incapaz de defender algo tan ambiguo. Una invitación que no te garantiza nada en concreto, ¿es una verdadera invitación? Todos los marroquíes estamos orgullosos de identificarnos con este adjetivo que nos viene de lejos: “hospitalarios”. Yo no tengo datos fiables que avalen de esta afirmación salvo el reconocimiento de aquella imagen repetitiva de “National Geographic” del ofrecimiento gratuito de un té con un beduino en pleno desierto, o de aquella popular frase de intercambiar una cantidad desorbitada de camellos por tu mujer, o que vamos a invitar todo el mundo a un enorme Cuscús para batir el Record Guiness,.... Chorradas.
La hospitalidad no es sólo caballerosidad sino también es el arte y la inteligencia de soportar al invitado, es la capacidad humana de caer bien al otro. Yo me quedo con lo que oí hace poco cuando exclamaba uno en la medina de Tánger:
“¡Manda huevos! ¿Qué se creen, que estamos en el país de los Teletubies con abrazos fuertes y casas sin puertas? ¡Y una porra!”.
Mi amigo Hassan Alami, cuando salíamos de marcha por Málaga, invitaba a “todo quisqui” a su casa de Tánger, peor aún, ¡a la casa de sus padres! Estrechaba la mano muy fuerte y así dejaba bien claro quién era quién. Yo le decía siempre, sin intención de ofenderlo, por supuesto, que su casa no era el hospicio de la madre Teresa de Calcuta, que todos a la vez no cabrían, y consecutivamente sería una locura. Él me replicaba que el corazón de la hospitalidad es infinito y que donde comen dos pueden comer tres. Creo que soy incapaz de defender algo tan ambiguo. Una invitación que no te garantiza nada en concreto, ¿es una verdadera invitación? Todos los marroquíes estamos orgullosos de identificarnos con este adjetivo que nos viene de lejos: “hospitalarios”. Yo no tengo datos fiables que avalen de esta afirmación salvo el reconocimiento de aquella imagen repetitiva de “National Geographic” del ofrecimiento gratuito de un té con un beduino en pleno desierto, o de aquella popular frase de intercambiar una cantidad desorbitada de camellos por tu mujer, o que vamos a invitar todo el mundo a un enorme Cuscús para batir el Record Guiness,.... Chorradas.
La hospitalidad no es sólo caballerosidad sino también es el arte y la inteligencia de soportar al invitado, es la capacidad humana de caer bien al otro. Yo me quedo con lo que oí hace poco cuando exclamaba uno en la medina de Tánger:
“¡Manda huevos! ¿Qué se creen, que estamos en el país de los Teletubies con abrazos fuertes y casas sin puertas? ¡Y una porra!”.
La verdad es que la hospitalidad no consiste únicamente en ser bueno y hacer el tonto, ni en taparse los ojos para no ver al invitado, ni en abrirle los brazos a alguien por obligación, y tampoco es no poder afrontar ni sacarle provecho al invitado o viceversa, si así fuera la hospitalidad sería fastidiosa y se convertiría en un incordio. La hospitalidad debe estar basada en la humildad, en el compromiso mutuo y en el deber de promover o publicitar algo que uno debe afrontar sin sacarle provecho. La hospitalidad debe favorecer a las dos partes. Finalmente, y termino, pienso que el concepto de la hospitalidad debería estar basado en el respeto, en la lealtad y en las obligaciones morales y humanas mutuas. Hasta aquí es lo que pienso y puedo escribir.
Hola me llamo Pablo y soy profesor de filosofía en un Instituto de Écija. Mañana mismo parto con 25 alumnos de 17-18 años hacia Tánger, y hoy he descubierto tu fantástico blog. Como nosotros también somos bloggers, te envío el enlace y espero entrar en contacto contigo, y que nos cuentes más de Tánger.
ResponderEliminarDesde mi blog puedes conctar con los de los alumnos en GTANDES BLOGS AMIGOS.
Si puedes recomendarnos un hammam bueno, y una farmacia tradicional pronto para que lo disfrutemos en este viaje te lo agradecemos.
saludos.
http://cinesofiasvarias.blogspot.com
Vaya, me ha he encantado tu entrada !!
ResponderEliminarLa siguiente entrada "La tos cronica" real como a vida misma.
Enhorabuena un lujo leerte !
Saludos
Sonia