Foto Abdellatif Bouziane. |
Estoy en Tánger y me apetece desayunar en EL Café de París. Abarrotado de gente, la mayoría hombres, los de fuera anclados en sus sillas inmóviles vigilan a los transeúntes y a los vehículos, y dentro unos miran en una dirección y otros en una diferente. Pero un fenómeno extraño atrajo mi atención, son alrededor de la diez de la mañana, nadie, absolutamente nadie centra sus ojos en los televisores, en los que transcurre un partido de fútbol de la Premier League “en diferido. Sí, fútbol para el desayuno en el famosísimo Café De París. Una mezcla de realidad y ficción. Un lugar, un espacio que era un encuentro entre culturas. Un Café histórico. Y llega el fútbol tempranero a romper los tópicos.
Foto Abdellatif Bouziane. |
¿Cuál es la finalidad de poner el fútbol a todas horas? Llegué a la conclusión, aquí, en Tánger, a que es casi imposible separar un café del fútbol. Las pantallas planas se sintonizan a todas horas con el fútbol de cualquier rincón del mundo, da igual el idioma, aunque sólo sea para darle ambiente, aliento y fortaleza al local, o eso pienso yo. La posibilidad de una segunda explicación, la de utilizar el fútbol como gancho o reclamo para atraer nuevos clientes, queda descartada, porque el Café de París es muy popular y está repleto de gente desde primeras horas de la mañana hasta la hora del cierre.
Aquí, está claro, no existen códigos éticos de la televisión y carecen normativas de horarios determinados o regulados. Con la salvajada de las parabólicas y la brutal ley de la oferta y la demanda se puede ver fútbol hasta de la liga filipina. Aquí no hay ningún formato de quejas, aquí no se protegen ni se respetan los derechos de los clientes, los clientes que no quieren ver ni escuchar fútbol desayunando en El Café de París.
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