Actualmente, Sidi Bouarrakia, el santo patrón de Tánger, se encuentra en proceso de rehabilitación, restauración y ampliación.
Foto Abdellatif Bouziane |
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Los santos solían ser personas humildes, la mayoría vivían de la caridad. Mira si eran tan humildes que ya no existen, ni siquiera se atreve uno a inventarlos. Se despertaban cada mañana pidiendo perdón de antemano a dios todo poderoso por si las moscas. No eran conscientes de que su presencia entre nosotros iba a ser eterna y con valor divino. A menudo tengo dudas sobre la presencia de alguien y me toco la cabeza sólo para recordarme que yo también estoy.
Muchos reconocieron a estos superhombres y se rindieron a sus pies, en muchos pueblos de este planeta, a las órdenes de personas como tú y yo. Bocas abiertas, corazones rendidos ante sus milagros y sus obras benéficas. Los seguidores lo hacen sin ver un duro, es más, incluso la mayoría de las veces había que pagar por la causa de los santos. En Marruecos, hemos conseguido “plantarlos” en cada pueblo gracias a la ayuda de los colonos, que pensaban que era un perfecto sedante para nuestros cuerpos y mentes. Hemos picado.
Y si hay algo desagradable, a veces se rompe la eternidad, por el derrumbe de sus tumbas, por el paso del tiempo y por la indiferencia de sus fieles. La mayoría de los santuarios, hoy mismo, a lo largo de todo el territorio marroquí, se encuentran en situación de abandono y dejadez, créeme. Este último verano, pregunté en Tánger por el santo Sidi El Menari que vigila el Cabo Malabata, y el guardia me respondió que no se puede pasar debido a la dificultad del acceso y por su estado fantasmal.Y en la misma situación se encuentra Sidi Buchta entertrado en lo alto, en los montes del Sharf. Bueno, así es como me lo han contado y eso que soy el que menos sabe de santos. La historia de Tánger ha estado siempre relacionada con un montón de santuarios repartidos a lo ancho de la ciudad, hasta algunos son de origen extraño como el caso de Sidi Mesmoudi que era, dicen, un buen hombre generoso con los pobres, de origen Inglés y que se llamaba Mister Moody, de dónde proviene probablemente el nombre del santuario.
Qué suerte para Tánger, que aún nos quedan un montón de santos. Pero hay uno que destaca sobre los demás, es Sidi Bouarrakia, santo y patrono de la ciudad, personaje que nació en Beni Hassan, un poblado en la región de Tetuán y de joven dejó su tribu natal para instalarse en la ciudad de Tánger, entonces ocupada por los ingleses. El mausoleo "SIDI MOHAMMED EL HAJ BAKKAL" “SIDI BOUARRAKIA” está situado no lejos del centro de la ciudad. Sidi Bouarrakia constituye un monumento histórico por su leyenda y su esplendor arquitectónico. El Haj Bakkal solía llevar un turbante verde, muestra simbólica de descendencia directa del Imam, el cuarto califa, Ali bin Abi Taleb, sobrino del profeta Muhammad. Ese parentesco le valió el título de Al Khadra Bouarrakia.
Sidi Bouarrakia fue venerado por su gran saber en las "Ciencias del Hadith", por sus actuaciones piadosas, por su generosidad y como no, por lo más destacable, su lucha heroica contra el colonialismo. En la actualidad, los tangerinos celebran en su honor, cada año, el séptimo día de Eid El Mawlid (Año Lunar o Año Al Hijra), una romería llamada “Moussem”, como un auténtico acontecimiento religioso local. El festejo ha estado olvidado durante 40 años para ser rehabilitado en 2006. El Haj Bakkal fue venerado como un gran santo, ya vivo e incluso después, una vez muerto. Pocos santos han tenido este privilegio. Todos nos han contado que Sidi Bouarrakia no llegó a inventar ni a descubrir nada del otro mundo, sin embargo tenía talento de líder y un desparpajo de convicción y comunicación. Talento o virtud de tener una vida sin trabajo, sólo se dedicaba a alternar la divulgación de sus conocimientos científicos y religiosos con su lucha feroz contra el enemigo.
Hay santos para todos los gustos, pero no están vivos y para que puedan sobrevivir que mejor que se adapten y acepten prácticamente cualquier divisa, venga de donde venga. Nosotros debemos, sin prejuicio, unir nuestro pasado con nuestro presente y ejercer nuestra influencia sobre nuestro santos, y es hora, y de una vez por todas, de contarle al mundo los cuentos milagrosos de nuestros superhombres y las historias apasionantes de nuestros santuarios. Seguro que los viajeros nos agradecerán los servicios prestados. Y de esta forma exploraremos mejor el mérito de estas personas tan humildes de habernos dejado un patrimonio histórico rico y rentable. Nuestros santos nos manifestaron que el valor de una creencia te obliga siempre a hacer un sacrificio. Y así más de uno se despejaría y se quedaría, por tanto libre de todo acatamiento y esclavitud ferio de su fervor exagerado hacia su santo.
Aunque lo peor no es eso. Lo peor es que aquí no hacemos auto-crítica ni sabemos sacarles frutos a nuestros errores del pasado. Podemos sacarles muchos rendimientos turísticos y festivos a nuestros santuarios. Mira cuanta gente Visita la plaza de San Pedro del Vaticano, o La Sagrada Familia de Gaudí en Barcelona, o Nuestra Señora de París, o La Catedral de Santiago de Compostela... Vamos a olvidarnos de la jugarreta de los colonos, sin guardar rencor y vamos a exprimir todo el jugo de nuestros santos sin cambiarlos de sitio y sin retocar sus hazañas.
Sidi Mohammed Haj Bakkal murió en 1130 y fue enterrado en su propiedad donde solía meditar y orar, en el mausoleo de Sidi Bouarrakia de Tánger. Hasta el día de hoy, muchos peregrinos le suelen visitar antes de viajar a la Meca. El mausoleo de Sidi Bouarrakia, seguirá siendo un lugar de Culto y parte de nuestra tradición. Amén.
Foto Abdellatif Bouziane |
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