jueves, 12 de julio de 2018

El gorrión negro y el Ghul

Mohamed Mrabet. Mayo de 2015.
Foto Abdellatif Bouziane.

“Sólo, está sólo”. No pasa nada. No llora todavía. Se marcharon todos. El continúa recitando cuentos en el espejo de su vida. Y no cuando se le presentan sino cuando le da la gana. Se dedica a inventar historias. Es cierto que quiere conectar y contactar con nosotros, pero lo curioso es que él siempre ha estado fantaseando solo. Se supone. Después de perder a su viejo amigo del alma, Mohamed Mrabet se convirtió en un ser solitario, próximo a una profecía cuyo origen era injustamente provocado por las malas lenguas. Clasificaciones  injustas, etiquetas inadecuadas y condenas deshonestas. Yo nunca lo vi encariñado. Siempre lo vi humilde y sereno como si estuviera permanentemente mimándose únicamente a sí mismo. La gente muy cotilla decía cosas de su ambigua dependencia y apego a Paul Bowles. Pero él lo niega todo. Describe aquella relación exclusivamente como una amistad profesional.

Cuando visitó mi exposición TNGER REVIEW en 2015, me pregunto “Que dónde estaba su retrato”. Por cierto faltaba el suyo y el de algunos más. Y añadió con su peculiar lenguaje “Que el formaba parte de la historia de la ciudad”. Me quede sin habla e incómodo. No supe responderle, y tampoco me vi capaz de diferenciar en su expresión entre su presencia y su soledad. Nosotros, en nuestro dialecto tangerino, aún andamos creyendo que toda incomunicación es mala o es un castigo. Son muchos años de Soledad. Su presencia ahí, aquel día, me hizo volver a pensar en aquellos callejones de la medina de Tánger y darme cuenta que él representa sin duda el último eslabón de la Beat Generation tangerina.

Mohamed Mrabet se considera un escritor, un narrador magistral de historias y un pintor. Se considera un auténtico artista autodidacta. Fue amigo íntimo de Paul Bowles, le acompañaba a todas partes en Tánger, le cocinaba y le hacía de guardaespaldas. Mrabet nació en 1936, fue marcado por una infancia pobre y donde los años transcurrieron en las calles, no en ningún colegio. Se dedicó a trabajar desde muy joven en lo que fuera necesario, hasta lograr un puesto digno de camarero y más tarde de cocinero. Su encuentro con Paul y Jane Bowles le cambio radicalmente la vida. Por entonces, Paul Bowles se recorría el remoto Marruecos grabando a los contadores orales de historias tradicionales, espirituales y legendarias marroquís y después las pulía convirtiéndolas en novelas. Un proyecto oscuro, financiado por una subvención del gobierno de Estados Unidos; “Yo me lo guiso y yo me lo como”. Egoísmo y mucho beneficio sin reparto justo. Fue Jane quien pidió a Paul  grabar las historias inventadas espontáneamente por Mrabet. Fueron una treintena de historias las que grabó y más tarde escribió, esta vez resaltando el nombre del autor de las narraciones. Así como Mrabet llego a publicar libros. La ayuda no paró ahí, incluso Bowles le promocionó sus pinturas y dibujos en Europa y Estados Unidos. Tal vez Paul le puso el camino más cómodo y más oportuno. La suerte de los principiantes. Sus pinturas todavía están buscadas por coleccionistas extranjeros dentro y fuera de Marruecos. Sin embargo Mrabet actualmente sigue decepcionado por sus acreditaciones invisibles y su impopularidad en los círculos literarios y por el pueblo marroquí. Llegó a comentar en varias ocasiones “Que hay un silencio, que sus obras no tienen ningún valor en Marruecos y que los marroquíes no saben quién es y no le valoran”.

Todas las pinturas de Mohamed Mrabet se parecen unas a otras. Todas presentan imágenes repetitivas, surrealistas y abstractas de personas, animales y árboles. Pinturas oscuras de un solo color y a veces solo en negro. En la mayoría de ellas destacan dos criaturas: un gorrión negro, que se asoma detrás de otras figuras macabras, y un resalado; El Ghul (monstruo o demonio). Todas sus pinturas expresan una cierta amargura, la misma amargura que siente hacia Paul Bowles y al resto de los Beat Generation que pasaron por Tánger. Les culpa a todos ellos por la destrucción de Tánger y por no hacer nada atractivo o sugestivo para su prosperidad y progreso. Les tacha a todos de "locos", "drogadictos" y “culpables” de la decadencia de la ciudad.

Mrabet vive actualmente resentido y ofendido por la actuación de Paul Bowles. Por haberle robado sus historias y no cobrar todas los legítimos regalías y derechos de autor. Se querían, sí, pero se quisieron mal. Mrabet ahora se siente excluido y anda siempre en silencio. Lo veo con un sentimiento o sensación de melancolía. Cuando la gente le pregunta por su mórbida forma de pintar y sobre todo por qué salen siempre el gorrión negro y El Ghul en sus pinturas, Mohamed Mrabet siempre responde “Que personifican a Jane y Paul Bowles, pura magia negra”. Creo que su soledad y su infelicidad residen en su paradójica alianza con los Bowles. La mayor queja de Mrabet está mal porque llega tarde. Viene tras un silencio de duración inesperada, debería haberse preocupado en aclarar quién es el culpable. Pero ese “lo siento” que tanto espera nunca llegará. Tenía que haber tomado medidas y todos sabemos cuáles son y que no son nada sencillas.

3 comentarios:

  1. Abdellatif, muy bueno lo que escribes sobre M´rabet, tenía razón, no lo plasmaste en una de tus obras tán buenas, de las que me enorgullece poseer una, pero nunca es tarde amigo...

    ResponderEliminar
  2. Como hijo pobre de Tánger, Mohamed Mrabet ha sido un gran vividor, en la más noble acepción de la palabra. En los mitos griegos, la infelicidad o la muerte era el precio que pagaban los mortales por haber recibido en algún momento la atención de los dioses. Mrabet es ahora el último testigo de un coto cerrado que hoy brila con luces encandiladas por la notoriedad de una generación tan excepcional como contradictoria. Pensé que Mrabet había muerto hace años, pero tu precioso relato lo devuelve a un presente desde el que juzgar el pasado sería un inútil ejercicio de masoquismo, una crueldad innecesaria. Sobrevivir a la memoria de todo lo vivido, de todo lo gozado o de todo lo perdido sin haber perdido la cordura es el precio que todos pagamos a Cronos por no habernos devorado. Abdellatif, tus relatos sobre Tánger son para enmarcarlos. Como les pasa a los niños con las golosinas, siempre saben a poco.

    ResponderEliminar
  3. Quizás sea el mejor momento para reconocer su talento como escritor y la valía de sus cuentos y novelas. Y lo mejor sería hacerlo leyendo sus libros. Me encanta "Amor por un puñado de pelos" y me siento especialmente tocado por la magia que desprende su novela "The lemon", ¿la habéis leído?

    ResponderEliminar

Le agradecemos de antemano su aportación.

Marruecos, La Meca de los homosexuales

Sufrimiento. Colección Esperanza. 2016. Acrílico sobre lienzo 60x80cm.  A principio de los 50´ fue realmente cuando Tánger se metió de lleno...