Quiero dedicar este Post a mi tío Larbi “Mouri”, que en paz descanse, y a su mejor amigo y socio Ahmed Baïsilat, que han descubierto juntos hace bastante tiempo una pasión elegante y llena de diversión, una forma original y simpática de plasmar en el Zoco Chico una de las historias más bonitas y uno los capítulos históricos de aquel emblemático lugar: el arte de vender todo tipo de objetos y artículos de segunda mano. Era un espectáculo verlos tanto comprando como vendiendo. Fueron, sin duda, los artífices y un filón para varias imitaciones. Atentos, pues, a lo que escribo abajo.
Años 70, Larbi "Mouri" en la trastienda de la primera "Boutique Everything". |
Agosto de 2010, Ahmed Baïsilat en su actual
"Boutique Everything".
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Tánger es mi ciudad, es la ciudad en la que nací y crecí. Pocas ciudades resultan tan seductoras como Tánger. Se hizo famosa y su nombre está cargado de historia, mitología y leyenda. Muchos la han relatado como una dama coqueta. Vamos, que si las ciudades fuesen de carne y hueso, Tánger sería un poco como Aisha kandisha, vestida de novia con un reluciente caftán de seda y semidesnuda. La verdad es que su belleza fascina y seduce a los viajeros desprevenidos, que mágicamente quedan perdidamente enamorados de ella. Un amor enfermizo y melancólico. Yo, habitado, siempre la llevo dentro con su ambigüedad, cariño y nostalgia al mismo tiempo. Porque ahora, yo, sé que no soy uno soy dos.
Muchos escritores han comparado a esta ciudad con una mujer cautivadora y fascinante, y a la vez temible hasta tal punto de imaginarla como una sagrada prostituta, seductora incansable. Pero Tánger en su realidad social, es una ciudad compleja que condensa no solamente los fantasmas del pasado con sus vacilaciones en busca de su identidad, sino también su fatal belleza y embrujada atracción con sus excesos y juergas. Ha hecho perder la cabeza a más de uno por mucho que pasen los años.
Hace ya la friolera de 40 años, y a lo largo de todos estos “Boutique Everything” se mantiene en pie, ni el tiempo, ni la modernidad, ni la tecnología, ni los atropellos, ni la competencia, ni la separación, han podido evitar que siga siendo lo que era. “Boutique Evreything” es como Tánger, no se conforma ni con su físico ni con su pasado. Sufre el síndrome “Larbi Mouri”, el socio y amigo que se salió de la empresa por problemas de incompatibilidad de carácter y que más tarde la muerte le arrebató la vida y se fue muy joven al cielo. Larbi Mouri, cuando estaba en sus ratos libres, sin molestar a nadie, se pasaba el tiempo comiendo y dando clases de los buenos modales. Era un autentico intérprete gastronómico. Era de esas personas con un carácter exigente y crítico, nos daba mucho coraje, aunque sólo sea por la envidia que nos despierta a todos los demás. Era auténtico, de profesión guía turístico, era un moderno, educado, bien vestido, un viajero, un educador, un rebelde y un inquieto.
Hay que ver cómo se vive en una ciudad que tiene de todo y tan cerca, Ahmed Baïsilat el otro socio, ha estado siempre en su sitio, un caballero un hombre de negocios, un comerciante, un espabilado, un artesano del regateo y lleno de ilusión. Su empeño era seguir con el proyecto el solo y lo bordó, ha combinado el vivir y dejar vivir. Ha sabido manejar su talento a golpe de continuar con la misma idea, de no destruir lo indiscutible y de mantener el atractivo ingenioso de “Boutique Everything”.
“Boutique Evreything” le pasó y le pasa lo mismo que a Tánger, en el momento en el que deja de soñar con el futuro, empieza a hundirse en su pasado. Y hoy por hoy corren otros tiempos, es necesario arreglarse, retocarse y embellecerse. De eso se encarga Ahmed Baïsilat. Va siendo hora de que actualicemos nuestras memorias. Porque ahora, todos, sabemos que no era uno eran dos.
Febrero de 2014, con Ahmed Baïsilat en el Zoco Chico de Tánger. |
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